Balanzas y pescado.

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(Carta en el periódico HOY 8-3-2014)

Cuando  en los caladeros del Sáhara faenaban libremente los barcos españoles abundaba en España el pescado relativamente barato,  no sólo en las lonjas de las ciudades,  sino en cualquier pueblo del interior de Extremadura.

Por la carretera nacional 630 subían los camiones procedentes de los puertos andaluces, sobre todo de Huelva. Los pescaderos acudían a puntos determinados del trayecto, en el caso del sur de Badajoz a Fuente de Cantos,  y  se surtían de una oferta variada y fresca:  bogas, pescadillas, cazón, rubio, rayas, jureles…

Los vendedores voceaban por las calles el producto. Lo pesaban en  balanzas, unas clásicas o de cruz con platillos  colgantes y otras apoyadas sobre firme, como la  de Roberval.

Observaba yo  cómo el vendedor sujetaba la balanza con una mano por el medio del astil  y con la otra  ponía en  los platillos dorados las pesas y el pescado.  Alguna vez el dedo meñique de la mano que sostenía ayudaba al  fiel a alcanzar el punto justo del equilibrio. Pequeñas trampillas.

En la España actual, con menos pescado que vender, tenemos diecisiete balanzas y otros tantos meñiques  queriendo llevar  el fiel a su terreno.

La buena educación.

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(Carta en el periódico HOY 12-02- 02014)

Cuando yo estudiaba en el Seminario cursábamos una asignatura que se llamaba Normas de Urbanidad.  La clase nos la impartía a los Gramáticos (los más pequeños) don José Mendiano, sacerdote natural de Entrín Bajo, del que guardo un grato recuerdo y que actualmente está de misionero en Argentina.

En esas clases de urbanidad se enseñaba a no molestar  a los demás cuando duermen o trabajan,  cómo sentarse y  comportarse en la mesa a la hora de las comidas, el modo de tratar a las personas mayores,  ceder el paso y la preferencia en las aceras,  dar las gracias siempre, pedir disculpas… No creo que la enseñanza de  este tipo de normas, aceptadas universalmente,  sea rechazada por los grupos  políticos que  quieren imponer doctrina e ideología en los currículos cuando gobiernan. Todavía en nuestros pueblos extremeños hay  personas que practican estos buenos usos y costumbres que son cada vez menos frecuentes. Son  pequeños detalles de buenos modales y de buena educación, que cuestan muy poco trabajo, ennoblecen a quienes los practican y hacen la vida más agradable a los demás.

Títulos colgados

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(Carta en el periódico HOY 15-01-2014)

Apagaron las luces de Navidad en las calles  y cesó, por ahora, el horario  de “ancha es Castilla” en los locales de ocio juvenil.

Enero entra en la parte del invierno que rumia en silencio los atracones digestivos. Poco a poco el  sol se eleva en el cielo.  Clarea más temprano y oscurece más tarde.  Ya se sabe: “Por san Antón, cuélgate el perdigón”. Comienza el celo y los almendros de la sierra poblarán pronto de sarpullidos rosas  sus laderas.

Los hijos regresaron  a sus lugares de estudio y las sobremesas han perdido charla y compañía. Ahora se oyen más  roces de cubiertos que palabras.  

Nuestros padres nos animaban cuando íbamos a estudiar  diciéndonos que nos esforzáramos para ser el día de mañana  hombres y mujeres de provecho.

Me cuesta trabajo decírselo a mis hijos. El  día, que  ya no es tan mañana, está aquí, y me entristecería  ver en las paredes de su habitación los títulos colgados y ellos echando currículos para trabajar en un supermercado, trabajo digno, como todos, pero para el que no se prepararon. 

 

Matanzas caseras

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(Carta en el periódico HOY 29/12/2013)

Las milicias ciudadanas han tomado los caminos que rodean el pueblo para alejar de sus contornos  la grasa, el azúcar y la sal. No hay hora de la mañana o de la tarde en las  que no se vean   entusiastas centinelas de la salud con paso firme y dispuesto disuadiendo a estos declarados enemigos para que se abstengan de penetrar en el recinto amurallado de la buena alimentación.

Tal es su disposición que costumbres enraizadas como las matanzas caseras han descendido de forma considerable. No ha mucho,  en estas mañanas de invierno, con los tejados blancos de la helada y el humo saliendo por las chimeneas se oían los agudos gruñidos del sacrificio matancero.  Ya son contadas  las familias  que conservan esta tradición que surtía despensas y alacenas.

El plato de aceitunas con pan ha sido proscrito y culpado  de los más abominables problemas de hipertensión y colesterol.

¿Dónde fueron aquellos desayunos a la vera de la candela con manteca “colorá”?

¿Y aquellas cenas con las presas conservadas en manteca?

¿Y los cocidos con tocino fresco y costillas adobadas?

 ¡Ay, análisis, no dudo del bien que hacéis y de que nos alargáis  la vida, pero qué precio más alto estamos pagando!

Cartas de puño y letra.

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 (Carta en el periódico HOY 19/12/2013)

Ya no se escriben esas cartas. Los teclados y el lenguaje abreviado, casi criptográfico para los no iniciados,  han sustituido al papel y la pluma. El telegrama, que  por economía nos obligaba a la utilización de  enclíticos y a condensar pensamientos, es el digno ancestro de los nuevos mensajes digitales.

La caligrafía se ha convertido en una reliquia, pero a mí  me gustan las cartas escritas de puño y letra, esas que contienen sentimientos  trabados en las colinas y los valles de los trazos. Da igual que los renglones salgan torcidos, lo  que importa es que sean propios de quienes los escriben. Al recibir una carta imaginas las circunstancias en que  te la han escrito. Yo, en mi época de internado,  pensaba en mis padres, sentados al brasero  en las horas tranquilas del anochecido, tras el trajinar diario. Una carta escrita a mano  es un retrato del ánimo en un momento concreto que termina siempre con un abrazo firmado.

Cuando pasa el tiempo y vuelves a releer sus líneas  en las cuartillas ya pajizas,  notas aún los  latidos del corazón azul de la tinta. La misma sensación que te produce  una flor seca  guardada entre las hojas de un libro.  

Las leyes y el cinismo.

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(Carta en el periódico HOY 23-10-2013)

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictado sentencia sobre la doctrina Parot de acuerdo con la legislación vigente. Las leyes las elaboran y aprueban  los parlamentos de los distintos países, que también son los que tienen la potestad de adherirse a los organismos y  convenios internacionales que consideren conveniente con los requisitos y procedimientos previstos, incluidos  referendos cuando sea el caso.  Ello conlleva el compromiso de respetar sus normativas.

España pertenece a la UE y, guste unas veces más y otras menos, porque a veces lo legal no siempre es justo,  debe acatar las decisiones del tribunal referido pues su legislación forma parte de nuestro ordenamiento jurídico.

Lo que produce indignación es que una de las abogadas de la    etarra Inés del Río diga que se han vulnerado los derechos humanos de su defendida. Posiblemente, y a tenor de la  sentencia así sea, pero recurrir a ese argumento cuando la citada Inés ha cortado con plomo y metralla  el principal de esos derechos a veintitrés personas  es de un cinismo insultante.

Otra vuelta más.

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(Carta en el periódico HOY 13-10-2013)

“¡Otra le cabe!”, gritaban los mozos  exaltados de lujuria ante la  media revolera que la vedette daba sobre el escenario enseñando  sus torneadas piernas blancas.

Sin televisión y con el cine censurado por probos hombres  vigilantes de la  moral ajena, el único desahogo visual para el ímpetu sexual adolescente eran esas artistas que de vez en cuando recalaban por el pueblo con circos y teatros.

Entre silbidos y rascones en las entrepiernas  los mozos daban rienda suelta a la represión pidiendo otra vuelta a la bailaora  para que su falda volase  de nuevo en círculo y dejase al aire  el muslo bello, que dijo Espronceda, ¡qué gozo, qué placer!

El espectáculo ha cambiado de protagonistas. Los doctos hombres y mujeres del FMI desde el patio de butacas jalean  a nuestros gobernantes para que suban un poco más los impuestos. Hay margen para ello. Aunque la soga de la penuria está  ajustada sobre el cuello, aún no estamos  cianóticos. ¡Otra le cabe!

La hucha.

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(Carta en el periódico HOY 4-10-2013)

Cuando venía el  botijero de Salvatierra con su burro y su carga de botijos, barriles, tinajas, orzas y pucheros, colocados cuidadosamente entre pajas en las angarillas, a  los niños y niñas nos compraban una alcancía. Por su ranura metíamos el dinero  que conseguíamos ahorrar y  que destinábamos, generalmente, para los gastos de la feria del Cristo.

Pero, a veces, con un cuchillo y a escondidas, sacábamos algunas monedas para algún dispendio que se nos antojara. No debía repetirse muchas veces esta acción porque corríamos el peligro de que nos sorprendieran con las manos en el recipiente de barro o, ponderado el peso por nuestros padres, notasen la merma pecuniaria, independientemente de pasar la feria a dos velas.

Señores del gobierno, se están  ustedes empicando a meter con peligrosa asiduidad  el cuchillo por la ranura de la hucha de las pensiones. Quizás no haya más remedio, pero me temo que de seguir así pronto veremos el fondo  y pasaremos la feria con las manos en los bolsillos, silbando en cualquier esquina.

Eurovegas fumando espera.

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(Carta en el periódico HOY 27-9-2013)

Cuando yo  era niño no había trabas legales para fumar en ningún local.  Tan ingenuos e ignorantes  éramos que  fumar delante de los padres se consideraba  como un espaldarazo a la mayoría de edad.

El cine atizaba el vicio lo suyo. La exuberante Sara Montiel  esperaba fumando tras los alegres ventanales a su amante. A ver quién se resistía. En el cine de mi pueblo se formaba tal humareda de celtas cortos  que, pongamos por caso, no se distinguía  la niebla del aeropuerto de Casablanca y a  Humphrey Bogart, desapareciendo entre ella del humo  del viejo salón de cine.

 Eurovegas espera fumando  las reformas legales necesarias para instalarse en Madrid, o sea,  que el humo traspase los ventanales y las volutas campen a sus anchas por las tierras de Alcorcón.

 No es fácil resistirse a las insinuaciones de una  cabaretera que viene con un fajo de billetes en el liguero.  Ya le han hecho guiños y  demostrado explícita y ardientemente deseos de bienvenida  y permanencia. Le allanarán el camino con el capote del relicario para que los  aros de humo  asciendan lúbricos desde las mesas de juego. 

Escuela y nacionalismos.

escuela

 

(Carta en el periódico HOY 18-09-2013)

Las dictaduras alienan a los  individuos a medida de sus intereses. Lo mismo consiguen uniformados  de gris blandiendo  al aire un librito en la mano que pecheras azules o verde oliva  con  entorchados, galones,  chatarrería y oropel diverso. La parafernalia de banderas, desfiles, símbolos  y saludos es el ropaje exterior que completa y da forma a la demagogia y a la manipulación.

Son casos extremos por todos conocidos en la historia. Las consignas, las máximas,  los lemas se repiten machaconamente hasta  conseguir que la mayoría de los compatriotas haga de estas ideologías su ideal de vida.

 Con menos intensidad, en las democracias formales los grupos políticos,  sibilina o abiertamente, también quieren  inculcar sus  valores e ideas  a los ciudadanos. Lo tenemos reciente  y recurrente en nuestro país. No hay acuerdo en tan trascendental tema como la educación porque todos quieren imponer  su ideario.

¿Cuál es el campo dónde se dirime esta lucha? La escuela.  Si Arquímedes de Siracusa pedía un punto de  apoyo  para mover el mundo, el poder a través de  los gobernantes busca ese punto de apoyo  en la educación para mover a la sociedad  en la dirección de  sus intereses e ideas.

¿De dónde si no el incremento de nacionalistas en los últimos años?   Dadme la potestad de elaborar los currículos docentes y moveré a los  ciudadanos en la dirección deseada.  Lluvia “calaera”, lenta,  pero fecunda.