La buena educación.
(Carta en el periódico HOY 12-02- 02014)
Cuando yo estudiaba en el Seminario cursábamos una asignatura que se llamaba Normas de Urbanidad. La clase nos la impartía a los Gramáticos (los más pequeños) don José Mendiano, sacerdote natural de Entrín Bajo, del que guardo un grato recuerdo y que actualmente está de misionero en Argentina.
En esas clases de urbanidad se enseñaba a no molestar a los demás cuando duermen o trabajan, cómo sentarse y comportarse en la mesa a la hora de las comidas, el modo de tratar a las personas mayores, ceder el paso y la preferencia en las aceras, dar las gracias siempre, pedir disculpas… No creo que la enseñanza de este tipo de normas, aceptadas universalmente, sea rechazada por los grupos políticos que quieren imponer doctrina e ideología en los currículos cuando gobiernan. Todavía en nuestros pueblos extremeños hay personas que practican estos buenos usos y costumbres que son cada vez menos frecuentes. Son pequeños detalles de buenos modales y de buena educación, que cuestan muy poco trabajo, ennoblecen a quienes los practican y hacen la vida más agradable a los demás.
Títulos colgados
(Carta en el periódico HOY 15-01-2014)
Apagaron las luces de Navidad en las calles y cesó, por ahora, el horario de “ancha es Castilla” en los locales de ocio juvenil.
Enero entra en la parte del invierno que rumia en silencio los atracones digestivos. Poco a poco el sol se eleva en el cielo. Clarea más temprano y oscurece más tarde. Ya se sabe: “Por san Antón, cuélgate el perdigón”. Comienza el celo y los almendros de la sierra poblarán pronto de sarpullidos rosas sus laderas.
Los hijos regresaron a sus lugares de estudio y las sobremesas han perdido charla y compañía. Ahora se oyen más roces de cubiertos que palabras.
Nuestros padres nos animaban cuando íbamos a estudiar diciéndonos que nos esforzáramos para ser el día de mañana hombres y mujeres de provecho.
Me cuesta trabajo decírselo a mis hijos. El día, que ya no es tan mañana, está aquí, y me entristecería ver en las paredes de su habitación los títulos colgados y ellos echando currículos para trabajar en un supermercado, trabajo digno, como todos, pero para el que no se prepararon.
Matanzas caseras
(Carta en el periódico HOY 29/12/2013)
Las milicias ciudadanas han tomado los caminos que rodean el pueblo para alejar de sus contornos la grasa, el azúcar y la sal. No hay hora de la mañana o de la tarde en las que no se vean entusiastas centinelas de la salud con paso firme y dispuesto disuadiendo a estos declarados enemigos para que se abstengan de penetrar en el recinto amurallado de la buena alimentación.
Tal es su disposición que costumbres enraizadas como las matanzas caseras han descendido de forma considerable. No ha mucho, en estas mañanas de invierno, con los tejados blancos de la helada y el humo saliendo por las chimeneas se oían los agudos gruñidos del sacrificio matancero. Ya son contadas las familias que conservan esta tradición que surtía despensas y alacenas.
El plato de aceitunas con pan ha sido proscrito y culpado de los más abominables problemas de hipertensión y colesterol.
¿Dónde fueron aquellos desayunos a la vera de la candela con manteca “colorá”?
¿Y aquellas cenas con las presas conservadas en manteca?
¿Y los cocidos con tocino fresco y costillas adobadas?
¡Ay, análisis, no dudo del bien que hacéis y de que nos alargáis la vida, pero qué precio más alto estamos pagando!
Cartas de puño y letra.
(Carta en el periódico HOY 19/12/2013)
Ya no se escriben esas cartas. Los teclados y el lenguaje abreviado, casi criptográfico para los no iniciados, han sustituido al papel y la pluma. El telegrama, que por economía nos obligaba a la utilización de enclíticos y a condensar pensamientos, es el digno ancestro de los nuevos mensajes digitales.
La caligrafía se ha convertido en una reliquia, pero a mí me gustan las cartas escritas de puño y letra, esas que contienen sentimientos trabados en las colinas y los valles de los trazos. Da igual que los renglones salgan torcidos, lo que importa es que sean propios de quienes los escriben. Al recibir una carta imaginas las circunstancias en que te la han escrito. Yo, en mi época de internado, pensaba en mis padres, sentados al brasero en las horas tranquilas del anochecido, tras el trajinar diario. Una carta escrita a mano es un retrato del ánimo en un momento concreto que termina siempre con un abrazo firmado.
Cuando pasa el tiempo y vuelves a releer sus líneas en las cuartillas ya pajizas, notas aún los latidos del corazón azul de la tinta. La misma sensación que te produce una flor seca guardada entre las hojas de un libro.
Las leyes y el cinismo.
(Carta en el periódico HOY 23-10-2013)
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictado sentencia sobre la doctrina Parot de acuerdo con la legislación vigente. Las leyes las elaboran y aprueban los parlamentos de los distintos países, que también son los que tienen la potestad de adherirse a los organismos y convenios internacionales que consideren conveniente con los requisitos y procedimientos previstos, incluidos referendos cuando sea el caso. Ello conlleva el compromiso de respetar sus normativas.
España pertenece a la UE y, guste unas veces más y otras menos, porque a veces lo legal no siempre es justo, debe acatar las decisiones del tribunal referido pues su legislación forma parte de nuestro ordenamiento jurídico.
Lo que produce indignación es que una de las abogadas de la etarra Inés del Río diga que se han vulnerado los derechos humanos de su defendida. Posiblemente, y a tenor de la sentencia así sea, pero recurrir a ese argumento cuando la citada Inés ha cortado con plomo y metralla el principal de esos derechos a veintitrés personas es de un cinismo insultante.
Otra vuelta más.
(Carta en el periódico HOY 13-10-2013)
“¡Otra le cabe!”, gritaban los mozos exaltados de lujuria ante la media revolera que la vedette daba sobre el escenario enseñando sus torneadas piernas blancas.
Sin televisión y con el cine censurado por probos hombres vigilantes de la moral ajena, el único desahogo visual para el ímpetu sexual adolescente eran esas artistas que de vez en cuando recalaban por el pueblo con circos y teatros.
Entre silbidos y rascones en las entrepiernas los mozos daban rienda suelta a la represión pidiendo otra vuelta a la bailaora para que su falda volase de nuevo en círculo y dejase al aire el muslo bello, que dijo Espronceda, ¡qué gozo, qué placer!
El espectáculo ha cambiado de protagonistas. Los doctos hombres y mujeres del FMI desde el patio de butacas jalean a nuestros gobernantes para que suban un poco más los impuestos. Hay margen para ello. Aunque la soga de la penuria está ajustada sobre el cuello, aún no estamos cianóticos. ¡Otra le cabe!
La hucha.
(Carta en el periódico HOY 4-10-2013)
Cuando venía el botijero de Salvatierra con su burro y su carga de botijos, barriles, tinajas, orzas y pucheros, colocados cuidadosamente entre pajas en las angarillas, a los niños y niñas nos compraban una alcancía. Por su ranura metíamos el dinero que conseguíamos ahorrar y que destinábamos, generalmente, para los gastos de la feria del Cristo.
Pero, a veces, con un cuchillo y a escondidas, sacábamos algunas monedas para algún dispendio que se nos antojara. No debía repetirse muchas veces esta acción porque corríamos el peligro de que nos sorprendieran con las manos en el recipiente de barro o, ponderado el peso por nuestros padres, notasen la merma pecuniaria, independientemente de pasar la feria a dos velas.
Señores del gobierno, se están ustedes empicando a meter con peligrosa asiduidad el cuchillo por la ranura de la hucha de las pensiones. Quizás no haya más remedio, pero me temo que de seguir así pronto veremos el fondo y pasaremos la feria con las manos en los bolsillos, silbando en cualquier esquina.
Eurovegas fumando espera.
(Carta en el periódico HOY 27-9-2013)
Cuando yo era niño no había trabas legales para fumar en ningún local. Tan ingenuos e ignorantes éramos que fumar delante de los padres se consideraba como un espaldarazo a la mayoría de edad.
El cine atizaba el vicio lo suyo. La exuberante Sara Montiel esperaba fumando tras los alegres ventanales a su amante. A ver quién se resistía. En el cine de mi pueblo se formaba tal humareda de celtas cortos que, pongamos por caso, no se distinguía la niebla del aeropuerto de Casablanca y a Humphrey Bogart, desapareciendo entre ella del humo del viejo salón de cine.
Eurovegas espera fumando las reformas legales necesarias para instalarse en Madrid, o sea, que el humo traspase los ventanales y las volutas campen a sus anchas por las tierras de Alcorcón.
No es fácil resistirse a las insinuaciones de una cabaretera que viene con un fajo de billetes en el liguero. Ya le han hecho guiños y demostrado explícita y ardientemente deseos de bienvenida y permanencia. Le allanarán el camino con el capote del relicario para que los aros de humo asciendan lúbricos desde las mesas de juego.
Escuela y nacionalismos.