Las dictaduras alienan a los individuos a medida de sus intereses. Lo mismo consiguen uniformados de gris blandiendo al aire un librito en la mano que pecheras azules o verde oliva con entorchados, galones, chatarrería y oropel diverso. La parafernalia de banderas, desfiles, símbolos y saludos es el ropaje exterior que completa y da forma a la demagogia y a la manipulación.
Son casos extremos por todos conocidos en la historia. Las consignas, las máximas, los lemas se repiten machaconamente hasta conseguir que la mayoría de los compatriotas haga de estas ideologías su ideal de vida.
Con menos intensidad, en las democracias formales los grupos políticos, sibilina o abiertamente, también quieren inculcar sus valores e ideas a los ciudadanos. Lo tenemos reciente y recurrente en nuestro país. No hay acuerdo en tan trascendental tema como la educación porque todos quieren imponer su ideario.
¿Cuál es el campo dónde se dirime esta lucha? La escuela. Si Arquímedes de Siracusa pedía un punto de apoyo para mover el mundo, el poder a través de los gobernantes busca ese punto de apoyo en la educación para mover a la sociedad en la dirección de sus intereses e ideas.
¿De dónde si no el incremento de nacionalistas en los últimos años? Dadme la potestad de elaborar los currículos docentes y moveré a los ciudadanos en la dirección deseada. Lluvia “calaera”, lenta, pero fecunda.