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No existe fiesta sin ruido
ni verbena que se precie
que no ensordezca tu oído
ni quebrante tu cabeza.
Si quieres que tu garganta
no sufra muchos suplicios,
para hablar usa los gestos
en medio de tal bullicio.
Un insolente niñato
tira sobre tus zapatos
un petardo que detona
cuando bebes en el vaso,
y del susto estremecido
derramas sobre tu pecho
la mitad del contenido.
Buscas un sitio aparente
para tomar otra copa
y ver pasar a la gente.
A la quinta vez que alzas
el brazo con aspavientos
te divisa el camarero:
“Enseguida les atiendo”.
Al cabo de las dos horas
acude con la comanda
y ¡maldición de los cielos!,
se le olvidaron las tapas.
En una mesa vecina
un niño brama a sus anchas
por un globo de colores
que emprendió su retirada
por las cornisas lejanas.
Y anhelas por un momento
ser el globo que se escapa
por los caminos del cielo.
Solos ellos en un cuarto cerrado
ante espejos de fina azoguería
prometan lunas a la galería
y a cándido elector cielo estrellado.
Comuniquen con verbo acalorado,
poses de retadora torería
y un punto de fingida bonhomía
su plan al del espejo reflejado.
Puede que se convenzan a sí mismos
o plenos de arrobada egolatría
se abracen al azogue embelesados.
Lo primero es juntar cielo y abismos.
De orgullo, por lo visto cada día,
parece que de afán andan sobrados.
Mas, disculpen honrados,
que no es de bien nacido en mismo saco
meter a gentilhombre y a bellaco.
Ya no es antes,
ni aún puede ser después.
Es ese preciso instante
en que en la copa de vino
que se derrama en tu boca
destella el brillo radiante
en una reunión de amigos.
Irrepetible y fugaz.
Ahora tienes delante
otro momento presente .
Y acabado este poema
ya es pasado.
Si hay algo que me molesta
es cruzarme con personas
que la vida me perdonan
desde su empinada cresta.
Es su pose tan apuesta
que niegan los buenos días
a quienes con cortesía
primero se los han dado
porque les han enseñado
a obrar con galantería.
Semejantes groserías,
en mi modesta opinión,
demuestran su condición:
Más que probada idiotez
-eso también, mire usted-
muestran su ineducación.
Hora de retirar de los roperos
el jersey guardado en el verano.
Está doblado con el cuello arriba,
postergado de la fiesta de la luz.
Con las mangas dobladas a la espalda
pacientemente espera,
sabiendo que los brazos que en su día
por el amor del sol lo abandonaron
volverán con la carne de gallina
a buscar a su amparo la calor.
Renunciaré a mi denuedo
de labrar la dura roca
con palabras de mi boca
para compartir el credo.
¡Vade retro! Me dan miedo
actitudes arrogantes
de fanáticos pedantes
con escasas reflexiones
y catecismos simplones
para uniformar atlantes.
No es frágil el junco porque ceda
al viento la doblez de su cintura
y aunque parezca débil desde fuera
tiene en la tierra la raíz segura
para dar firmeza a su postura.
Nunca existe flaqueza en quien tolera
y con amable educación escucha
opiniones distintas a la suya,
sin que merme por ello su entereza
ni pierda en el envite compostura.
Demuestra la endeblez de sus ideas
quien rechaza de entrada las ajenas,
sin más razonamiento o cobertura
que la terca estrechez de su sesera.
Obras surgen por doquier,
fiestas, inauguraciones,
saludos con efusiones,
sonrisas de mercader…
…lo que fuere menester.
Se aplican a la faena
que bien merece la pena
con tal de ganar el voto
y al remiso hacer devoto
para llenar la alacena.
Me abruma tanta largueza
de tan pródigos cuatreños
que pasan de pedigüeños
a dar fortuna y riqueza.
Circula por mi cabeza
que esta súbita largura
tiene duración segura
hasta que las elecciones
pongan fin a las ficciones
de tanta candidatura.
Las huestes de don Rodrígo
rato ha que ya sabían
que a su laureado jefe
la deshonra perseguía
en los campos de batalla.
Ayer consejos vendía
desde el monetario fondo,
hoy ni siquiera se fían
sus más fieles aliados.
La campana que tañía
con repiques jubilosos
cuando a la bolsa salía
su Bankia bien engañada
hoy dobles son de agonía
por tan sangriento revés.
De esta manera decía
cuando triste y desarmado
por tan grande felonía
lo acompañaba hasta el coche
el cuerpo de policía:
La fortuna que amasé
parte de herencia tenía
y el resto de los caudales
lo gané en la lotería.
(Que le pregunten a Fabra
si es verdad o fantasía).
Juncos del río
vigilan la corriente
con lanzas verdes.
Misa temprana,
silentes sombras negras
por las callejas.
Noche estrellada,
camino de Santiago
desde la era.
Flor del almendro,
con tan áspero tronco,
delicadeza
Contigo a solas
con muy pocas palabras
cerca del fuego
Llueve en el campo,
bajo un techo de hojas
yo me cobijo
Lluvia en el campo,
rumoroso murmullo
de un gran panal
Paloma blanca
raya la nube negra
de la tormenta
Fuente escondida
sigilosos gemidos
en la maleza
Va el carretero
con el carro cargado
por el camino
Noche serena,
la luna en la laguna,
entre la la adelfa
Un lirio traigo
de lo hondo del valle
para tu pelo
En el silbido
del viento en las cornisas
rompe la lluvia
Por la vidriera
del templo solitario
entran colores.
En el olivo
se posa la abubilla
a media tarde
El pez se esconde
en los juncos del río
de las calores
Allá muy lejos
el cielo y el camino
se han encontrado