Cuando yo estudiaba en el Seminario cursábamos una asignatura que se llamaba Normas de Urbanidad. La clase nos la impartía a los Gramáticos (los más pequeños) don José Mendiano, sacerdote natural de Entrín Bajo, del que guardo un grato recuerdo y que actualmente está de misionero en Argentina.
En esas clases de urbanidad se enseñaba a no molestar a los demás cuando duermen o trabajan, cómo sentarse y comportarse en la mesa a la hora de las comidas, el modo de tratar a las personas mayores, ceder el paso y la preferencia en las aceras, dar las gracias siempre, pedir disculpas… No creo que la enseñanza de este tipo de normas, aceptadas universalmente, sea rechazada por los grupos políticos que quieren imponer doctrina e ideología en los currículos cuando gobiernan. Todavía en nuestros pueblos extremeños hay personas que practican estos buenos usos y costumbres que son cada vez menos frecuentes. Son pequeños detalles de buenos modales y de buena educación, que cuestan muy poco trabajo, ennoblecen a quienes los practican y hacen la vida más agradable a los demás.