Cuando en los caladeros del Sáhara faenaban libremente los barcos españoles abundaba en España el pescado relativamente barato, no sólo en las lonjas de las ciudades, sino en cualquier pueblo del interior de Extremadura.
Por la carretera nacional 630 subían los camiones procedentes de los puertos andaluces, sobre todo de Huelva. Los pescaderos acudían a puntos determinados del trayecto, en el caso del sur de Badajoz a Fuente de Cantos, y se surtían de una oferta variada y fresca: bogas, pescadillas, cazón, rubio, rayas, jureles…
Los vendedores voceaban por las calles el producto. Lo pesaban en balanzas, unas clásicas o de cruz con platillos colgantes y otras apoyadas sobre firme, como la de Roberval.
Observaba yo cómo el vendedor sujetaba la balanza con una mano por el medio del astil y con la otra ponía en los platillos dorados las pesas y el pescado. Alguna vez el dedo meñique de la mano que sostenía ayudaba al fiel a alcanzar el punto justo del equilibrio. Pequeñas trampillas.
En la España actual, con menos pescado que vender, tenemos diecisiete balanzas y otros tantos meñiques queriendo llevar el fiel a su terreno.
Una respuesta a «Balanzas y pescado.»
Aquellos camiones verdes de la Limitada, los cuales llegaban a su destino con mayor puntualidad que hoy las furgonetas de mensajería, que desde Huelva a Badajoz nos dejaron sin pararrayos a todos los cortijos, dado que el cable lo “confiscaban” para coser las cubiertas de las ruedas y poder continuar su camino.
¡Que tiempos aquellos!, sardinas a dos pesetas………………
Aquellos camiones verdes de la Limitada, los cuales llegaban a su destino con mayor puntualidad que hoy las furgonetas de mensajería, que desde Huelva a Badajoz nos dejaron sin pararrayos a todos los cortijos, dado que el cable lo “confiscaban” para coser las cubiertas de las ruedas y poder continuar su camino.
¡Que tiempos aquellos!, sardinas a dos pesetas………………