Descanso eterno

Decir descanso eterno

es cubrir a la muerte

con la túnica gris del eufemismo.

De esta forma evitamos

encontrarnos con ella frente a frente.

Es una palabra que aterra

tan solo con nombrarla,

una oquedad inmensa

en el vacío de la nada.

El descanso repara

si despiertas del sueño.

Del que perdura tanto, que se sepa,

nadie ha vuelto.

-descontadas creencias,

que defiendo y respeto francamente-

Hisopo en mano, en el asperge,

los curas lo desean a los muertos,

pero también se contradicen

porque si nos dormimos para siempre,

¿cuándo disfrutaremos de la gloria?

¿Qué harán los ángeles de las trompetas

si nadie se levanta

el día que nos llamen

para rendir cuentas pendientes?

¿Se irán con la música a otra parte?

Solo la media vuelta en duermevela

y los chasquidos de la lengua

son señales patentes

de que alguien descansa.

Quizás, de cuando en cuando, algún ronquido.

Del otro descansar no se despierta.

que yo sepa y mi mente alcanza.

Y eso, salvo error u omisión,

es muerte eterna.

Postureo

Un apuesto galán, con copa en mano,

mira desde el alcor de su alta estima

al vulgo que se mueve alborozado

bailando rocanrol sobre la pista.

 

Sujeto enamorado de sí mismo,

detesta lo vulgar desde la cima

do moran los selectos de la vida,

encantados de haberse conocido.

 

Pero pronto el ensueño finaliza

cuando imprudentemente por su boca

salen palabras vacuas y entran moscas.

 

Corrida de la farsa la cortina

quedan al descubierto sus carencias

detrás de una fachada sobrepuesta.

 

GENOCIDAS

Sálvenos el destino de verdugos

escondidos detrás de los morteros,

ya se crean ungidos por sus dioses

o por urnas con votos fraudulentos.

Dictadores que agitan aguas claras

para pescar después en río revuelto

y simular que son los salvadores.

Son lobos disfrazados de cordero

que derraman la sangre de los débiles

para saciar sus enfermizos egos.

Poder sobre la muerte sustentado

y en el espanto que produce el miedo,

malditos y negados sean siempre

por tanto padecer y sufrimiento.

Camino andado

Me queda mucha tierra por andar

y no me dará tiempo a recorrerla,

pero emociones quedan pocas.

He reído y llorado,

quise y me han querido,

estuve triste y toqué el cielo.

Las mariposas que movían alas

dentro del pecho

están posadas hace tiempo

sobre las flores secas del jardín.

El curso de la vida bajó las torrenteras,

pero hoy, remansada el agua,

acumula en el fondo

el légamo arrastrado de las cumbres.

Ya solo quiero

sentarme en el otero del camino,

 y mirar con cierta melancólica distancia,

el trayecto que llevo recorrido.

Lamento lo que hice y no debía

y lo que dejé de hacer debiendo  haberlo hecho.

El futuro se pierde en un recodo,

entre la niebla de la incertidumbre.

Para el tramo final solo deseo

unas manos asidas a las mías

cuando contemple amaneceres y crepúsculos,

en silencio, sintiendo sus latidos.

Cristo de la Sangre

Del suelo del calvario, entre claveles
rojos de sangre, cruz y Cristo en ella
al cielo de septiembre azul descuella
sobre un paso sin palio ni doseles.
Al viento la campana de la ermita
repica alborozada entre estampidos
y   acordes musicales    emotivos
que afloran emoción en cada cita.
Al tronco de ancestrales tradiciones,
Ahillones, orgullosamente unido
cuando hacemos el mismo recorrido
que hicieron tantas veces los ausentes.
No preguntes motivos ni razones,
que amores hay, que la razón no entiende.

Enrevesados

Pensando que es vanguardia, el vate riza

la expresión para que el verso salga

como loco jinete que cabalga

sobre indómita yegua espantadiza.

Forma con intención desorganiza

y en cuanto a claridad, más turbio valga

si el lector confundió pierna con nalga

y engañó salchichón con longaniza.

De este estilo hay poetas que pretenden

hacer pasar por cultos los embrollos

y se ufanan si pocos los comprenden.

Glorificados sean los leídos,

pero los hay también tan presumidos

que fingen madurez y están zorollos.

 

 

 

Federico García Lorca

No enmudece la voz de los poetas

la bala que atraviesa sus entrañas

si tal es la intención de los sicarios

y de la mano oculta que les paga.

 

La sangre derramada en las cunetas

es abono y simiente de campanas

que tañen de espadaña a campanario

la brava libertad de las palabras.

 

Brota laurel la muerte en la memoria

coronando de lustre su cabeza

y su voz por callarla se ha hecho eterna.

 

No hay bastantes sayones en la historia

ni manos que disparen los fusiles

para matar con balas la belleza.

Duermevela

Huyó mi sueño en la vela
que mi desvelo no alcanza.
El mar de la noche en calma,
mi imaginación alerta.
Tictacs de la madrugada
tocan la aldaba del alba.
La noche se queda atrás
en un rincón de la sala.
Mi pensamiento divaga,
perdido en la duermevela.
A la deriva, la barca,
entre la bruma y la niebla,
echa el ancla en la ribera.
Y descansa.

Perdón suplico.

Fallar a la palabra prometida

es de respeto despreciable falta

que deslustra la fama del que incumple

y al agraviado mal y daño causa.

A pesar de los años transcurridos

remordimiento sufre quien tal haga

en acto de tamaña villanía,

si es que tiene memoria que recuerde

y pesaroso de su mal se encuentra.

No es por persona ajena que esto escriba,

-Dios me libre juzgar lo que otros hagan-

si no por mí, que en ocasión sombría

ni caballero fui ni explicación 

cursé a quien sin duda merecía.

 

Libros

Hay libros que dejan huella sin que la calidad literaria sea determinante. Son otras las razones que explican esa impronta.  Alguno cubierto de polvo y las páginas amarillentas que encuentras en una caja arrinconada en el doblado. Perteneció a un antepasado y la curiosidad te lleva a hojearlo sabiendo que otros ojos recorrieron aquellos mismos renglones y otras manos pasaron las páginas como tú estás haciendo en ese momento. Una fecha y una firma de un tiempo muy lejano te hacen pensar qué sensaciones pudo producirle su lectura y te embarcas en ella por compartir en la distancia temporal esa aventura.

A veces son referencias que escuchaste a tus padres o a algún conocido las que despiertan tu curiosidad por algún libro determinado. O imágenes que te quedaron grabadas en la retina porque al contemplarlas te evocaron fantásticas historias. Recuerdo la ilustración en un tono azulado que presentaba a un señor con uniforme militar al que le caía una gran nevada en medio de la noche.  A partir de ella se abría la puerta de salida para que la imaginación volara por el espacio abierto de la fantasía.

Con ‘Las mil mejores poesías de la Lengua Castellana’, aprendí que la música no se escribe sólo en pentagramas y que los sentimientos brotan al leer o escuchar algunos de los poemas que contenía. Ese libro, de título tan contundente como inexacto, faltaban algunos y sobraban otros, me sirvió, sin embargo, para despertar mi afición por la poesía y emocionarme con su lectura.  Por él supe que las princesas también se ponen tristes, aunque se sienten en sillas de oro. Que los clarines de los desfiles pueden oírse a lo lejos y sentir los cascos de los caballos que hieren la tierra con rítmico compás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Conocí al ‘Piyayo’, que la gente tomaba a chufla y a mí me causaba un respeto imponente cuando repartía a sus nietos pan y ‘pescao’ frito.  Imaginé una España orgullosa y soberbia, libre de extraño yugo. Supe que Dios hace milagros en los caminos solitarios con el solo acompañamiento del cantar de los grillos y las ranas. Que un olmo seco y hendido por el rayo es la imagen de la esperanza con algunas hojas verdes. Que las mozas casaderas no deben estar en la era si no está el sol en el cielo. Que puede morir la voluntad una noche de luna en que es muy hermoso no sentir ni querer. Que la dignidad de los pobres cuando sólo les queda la cama con las sábanas aún calientes de la esposa muerta es grandiosa.  Creí en Dios como testigo y lo vi jurar posando su seca y hendida palma sobre una promesa incumplida descolgando su brazo de la cruz.

Los libros esperan, como el arpa de Bécquer en el salón oscuro, que otras manos los abran y comience de nuevo la aventura personal que cada uno siente con su lectura.