Me queda mucha tierra por andar
y no me dará tiempo a recorrerla,
pero emociones quedan pocas.
He reído y llorado,
quise y me han querido,
estuve triste y toqué el cielo.
Las mariposas que movían alas
dentro del pecho
están posadas hace tiempo
sobre las flores secas del jardín.
El curso de la vida bajó las torrenteras,
pero hoy, remansada el agua,
acumula en el fondo
el légamo arrastrado de las cumbres.
Ya solo quiero
sentarme en el otero del camino,
y mirar con cierta melancólica distancia,
el trayecto que llevo recorrido.
Lamento lo que hice y no debía
y lo que dejé de hacer debiendo haberlo hecho.
El futuro se pierde en un recodo,
entre la niebla de la incertidumbre.
Para el tramo final solo deseo
unas manos asidas a las mías
cuando contemple amaneceres y crepúsculos,
en silencio, sintiendo sus latidos.