Fallar a la palabra prometida
es de respeto despreciable falta
que deslustra la fama del que incumple
y al agraviado mal y daño causa.
A pesar de los años transcurridos
remordimiento sufre quien tal haga
en acto de tamaña villanía,
si es que tiene memoria que recuerde
y pesaroso de su mal se encuentra.
No es por persona ajena que esto escriba,
-Dios me libre juzgar lo que otros hagan-
si no por mí, que en ocasión sombría
ni caballero fui ni explicación
cursé a quien sin duda merecía.