Federico García Lorca

No enmudece la voz de los poetas

la bala que atraviesa sus entrañas

si tal es la intención de los sicarios

y de la mano oculta que les paga.

 

La sangre derramada en las cunetas

es abono y simiente de campanas

que tañen de espadaña a campanario

la brava libertad de las palabras.

 

Brota laurel la muerte en la memoria

coronando de lustre su cabeza

y su voz por callarla se ha hecho eterna.

 

No hay bastantes sayones en la historia

ni manos que disparen los fusiles

para matar con balas la belleza.

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