No enmudece la voz de los poetas
la bala que atraviesa sus entrañas
si tal es la intención de los sicarios
y de la mano oculta que les paga.
La sangre derramada en las cunetas
es abono y simiente de campanas
que tañen de espadaña a campanario
la brava libertad de las palabras.
Brota laurel la muerte en la memoria
coronando de lustre su cabeza
y su voz por callarla se ha hecho eterna.
No hay bastantes sayones en la historia
ni manos que disparen los fusiles
para matar con balas la belleza.