Fotografía de Juan Sevilla. http://www.flickr.com/photos/juaninda/
Muerte pobre.
Murió el padre de una tristeza amarga,
de un vacío de cueva succionada
por el hondo suspiro de la hiel.
La herencia que a su hijo le dejaba:
los honrados sudores de su piel
y unas manos frías y encallecidas.
Tras años enterrando las semillas
por los surcos del aire, se perdieron
los frutos de la siega y las gavillas.
No hay más rentas anotadas en su haber.
En el lecho de muerte su mirada
expresaba la cruel desolación
de una vida sin nada que ofrecer.
Y si no fuese poca su desdicha
con el último aliento de su voz
y la angustia de verse fenecer
imploraba y pedía la absolución
temeroso de ver a Lucifer
por pecados que nunca cometió.
Doce campanadas
Doce campanadas,
doce ecos de bronce
huyen gong a gong
moviendo cortinas
negras en la noche.
No volverán.
Serán otros sones
los que se oigan otros años.
Los que suenen hoy
enfilarán la senda del olvido
vagando eternamente
entre galaxias y agujeros negros.
Es su cementerio,
donde duermen sueño eterno
las palabras huecas,
las promesas incumplidas,
los sonidos y los ecos,
donde yacen arrullos amorosos
ajados y olvidados por el tiempo.
Debe haber un cementerio para eso,
para palabras que se lleva el viento.
Foto en primer plano
Fotografía de Juan Sevilla http://www.flickr.com/photos/juaninda/
Miraba al exterior por la tronera
confiado en mi escondite observador:
fugaz el tiempo para los de fuera,
para mí, retrasado iba el reloj.
Nunca paré en mi rostro la mirada…
…y al ver en esta foto tan cercana
los surcos que la vida me ha labrado,
recibí una relojera bofetada
con mano cruel de arrugas y de canas.
Bruscamente caí de la peana
donde el tiempo pensé que se paraba.
Ajada y cuarteada está mi cara
y trazado el camino hacia la nada.
Tarde en Montijo.
Como aceite en el agua
me muevo entre esta gente
a la que no conozco.
Se saludan entre ellos
con tópicos adioses.
Disfruto donde no soy conocido
porque observo libremente.
Una mujer sentada con un niño
clava sus ojos en la lejanía.
Un pobre viejo mira su reloj,
presintiendo que el tiempo ha roto aguas
y asoma ya su cabeza despiadada.
El tendero de la esquina
recoge el quitasol de la ventana
y penetra hasta los anaqueles
la luz postrera de la tarde.
El recinto se llena de vecinos
que charlan o pasean
en idas y venidas
por las espaciosa plaza.
Tocan las campanas, gritan los niños.
Ajeno a sus afanes y quehaceres,
me voy solo por una estrecha calle
en busca de silencio y de cobijo.
Miradas
Miradas hay que llaman
al cálido cobijo de la entrega,
a la ardiente pasión
de cimas y abismos conjugados
en trenzas de caricias envolventes
y cuerpos torneados.
Miradas hay de odio,
con ácidos fulgores despechados
que rayan el espacio de cristales,
afiladas aristas de la muerte.
Lánguidas miradas hay
en bellas mariposas detenidas.
Belleza descuidada
de melancólicos mensajes llena
cualquier mañana azul de primavera.
Calderetas.
Caldero en mitad del corro
equidistante de todos.
Cucharada y paso atrás.
Así comen en el campo
las sabrosas calderetas
mayorales y pastores,
gañanes, aperadores
y los amigos de siempre.
Y el vino que corra bien
por los sedientos gaznates
para allanar el camino
a la carne con picante.
Una primera oleada
y una voz que grita ¡coto!
pincha en medio del condumio
un tenedor solitario.
Llega el cante.
Ese fandango valiente
queda temblando en el aire
con la desgarrada voz
que nace de quien lo siente.
Son pedacitos de gloria
esos días con amigos,
armonía y buen ambiente.
Me alejo
Fotografía de Juan Sevilla
http://www.flickr.com/photos/juaninda/
Huiré como Juan Ramón
por las callejas del pueblo
cuando en la plaza repleta
bullan la fiesta y los ecos.
Yo no llevaré a Platero,
iré andando despacito,
sin prisas, mientras me alejo.
Me fijaré en los detalles
en los que nunca reparo:
la blancura en los resaltos,
los lomos de tejas rojas,
las filas de hormigas negras,
las lagartijas al sol,
las águilas allá arriba,
las nubes de ovillos blancos…
Me sentaré en una loma
y desde allí en el silencio
pasaré la tarde solo,
dejando pasar el tiempo.
Diciembre
Fotografía de Juan Sevilla
http://www.flickr.com/photos/juaninda/
Llueve esta tarde fría de diciembre.
Un rosario de cuentas acüosas
resbala suavemente en los cristales
tejiendo redes de pequeños ríos.
Al cobijo del cuarto y el brasero
me distraigo mirando este paisaje
con tejados llorosos de canales
y de gente que pasa el aguacero
esquivando los charcos de la calle.
Poco a poco la luz se desvanece
y Edison va ganando la partida
a los grises matices de la tarde.
En un puzle de sombras, anochece.
Y vuelve con las luces encendidas
tu recuerdo añorado a mi memoria,
que, como brasa entre cenizas, arde
esta tarde lluviosa de diciembre.
Puesta de sol
Fotografía de Juan Sevilla
http://www.flickr.com/photos/juaninda/
Sol que inflamado en la vencida tarde
se adentra entre los labios de los montes
y en fecunda coyunda de horizontes
en un morado de pasiones arde.
Penetrando en el fondo de la noche
deposita en las simas vaginales
simientes de los polvos siderales
vaciados con ardor y con derroche.
Amores duraderos y constantes
de una tierra que está siempre cubierta
ofreciendo en el mar vagina abierta
y en las sierras unos labios anhelantes