Según y cómo

Los que nos precedieron amojonaron el camino con consejos y refranes para que los que vinieran detrás aprovecharan su experiencia atesorada a base de observación, aciertos y errores. Pero hay contradicciones en esos aforismos porque la vida no transcurre igual para todos y cada cual cuenta la feria según le va.

Si uno dice que no por mucho madrugar amanece más temprano, hay otro que aconseja hacerlo para que Dios ayude.  Que un pájaro en la mano vale más que ciento volando y, sin embargo, también nos previenen de que el que no arriesga no gana. Todos contienen una parte de razón, según las circunstancias. Tenerla siempre es muy difícil.

Ciertos temas están recubiertos de afiladas aristas y al tocarlos cortan. Las opiniones políticas, en muchos casos, opuestas, viscerales e irreconciliables que oímos, no solo en las tertulias televisivas y radiofónicas, sino en nuestro círculo de amigos y conocidos, nos muestran la diversidad de percepciones de la realidad, tamizadas por cedazos de intereses, fobias y filias. Pocas, por el sentido común, aunque todos lo reivindican como propio.

Conviene distanciarse para tener una visión más amplia que la que proyecta la sombra de nuestras propias narices. Aceptar la posibilidad de que el otro puede tener razón y yo estar equivocado antes de echarse al monte de los improperios y en trance de cogerse por la pechera cuando hierve la sangre y faltan palabras para apoyar nuestros argumentos. Actitud tan extrema, como inútil. Nadie convence a nadie con insultos. Al contrario, profundizan las diferencias.

Ha habido dictadores en la historia considerados unos tiranos sanguinarios por ciertos sectores y héroes que salvaron a sus países de presuntos peligros interiores o exteriores por otros.

Los pactos con otras formaciones políticas buscan la estabilidad de los gobiernos cuando se está en minoría o el interés particular para permanecer en el poder a cualquier precio. Según lo haga un partido u otro.

Los que vienen en patera son unos potenciales delincuentes que enturbian nuestra convivencia con desórdenes y robos o personas que huyen de la miseria de sus países de origen, jugándose la vida en el intento.

Los que se suben en el burro ni se bajan ni dan su brazo a torcer fácilmente. Si rectificar es de sabios, aquí somos más de sostenerla y no enmendarla, poniendo los atributos masculinos como garantía.

Si los que defienden con vehemencia a quienes son de su cuerda cuando aciertan y critican virulentamente al adversario cuando yerra, hicieran lo mismo cuando los oponentes atinan y los suyos meten la pata hasta el corvejón, serían dignos de encomio. Pero eso es una utopía que supera a la imaginada por Tomás Moro.

Buena predisposición para los debates sería aplicar a los mismos lo que decía el escritor francés de Burdeos Michel de Montaigne. “Cuando me llevan la contraria, despiertan mi atención, no mi cólera. Me ofrezco a quien me contradice, que me instruye”.

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