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Unos zapatos tirados
en un páramo cualquiera
tienen la melancolía
de todos los abandonos.
Llevan restos en sus plantas
del polvo de los senderos
y el barro de las callejas.
Sus recuerdos son sus huellas
convertidas en caminos
y de su dueño les queda
la horma de su vaciado
y el trajín de sus pisadas
en los días de faena
y en noches de luna llena.
Boquiabiertos y torcidos
por soles, lluvias y estrellas
lanzan lastimoso aullido
en un silencio de suelas.