Cansada del vuelo te has posado en los pliegues dorados de la tarde. ¡Con qué ilusión partiste abriendo cortinas al aire! Tenías diecisiete y el mundo era una bola de colores verdes y azules hecho especialmente para ti. Aquellos prados y aquel cielo, la juventud brotando entre rosas sin espinas, el amor entregado sin pedirle nada a cambio…
Subiste montes, surcaste océanos, bajaste a valles de la mano de lo que tú creías triunfo. Todo era tuyo. Mas, a veces, nos deslumbran oropeles creyendo que son irisaciones de diamante y nos equivocan o nos equivocamos.
La niebla fue difuminando las siluetas del ensueño y un día tuviste la primera sensación de que hay caminos turbios que no debiste haber cogido.
Hoy has vuelto y estás ahí mirando la calle, el patio, el cielo que te vieron partir pletórica de luz y de alegría. Son los mismos que adornaste con tu imaginación. Parecían tan hermosos… Ahora desnudos te contemplan a ti envuelta en el sol dorado de la tarde. Tu mirada está algo triste, pero sigue bella, profunda, serena.
Porque hay otro triunfo que surge del fracaso, saber que nos equivocamos y podemos levantarnos. Con la experiencia has aprendido a distinguir lo principal de lo accesorio. Descansa y cuando despunte el alba vuela libre, desprendida de ataduras y que sólo el resplandor de la nobleza guíe tus pasos por la vida.