Recuerdo mis primeros años de escuela como alumno, hace ya tanto tiempo que da vértigo asomarse.
La mano, hecha puño, vellón rosado con el cuerpo extraño del lápiz, y la lengua entre los labios, acompañando con su movimiento los primeros trazos. El descubrimiento de un mundo nuevo a través de grafías asociadas a dibujos de casas, animales, frutas, y estas a sonidos: Ma, me, mi, mo, mu… Mi mamá me mima. Íbamos a la mesa del maestro a leer en la cartilla. Yo voy ya por la llave y tú por el tomate. En el cuaderno quedaron las líneas inseguras y los garabatos, entre las cuatro paredes de la clase, los sonidos titubeantes de nuestras voces enlazando vocales y consonantes en una red de combinaciones que entonces nos parecía la jungla. En el corazón, el agradecimiento a quienes nos iniciaron en el maravilloso mundo de la lectura y escritura.
Me acuerdo del estreno de aquellos zapatos del ‘Gorila’ y de la pelota verde que nos daban de regalo. De la colocación de las carteras en la puerta de la escuela para guardar el turno de llegada, de la voz del compañero que hacía de vigía y anunciaba la llegada del maestro nada más verlo aparecer calle abajo y de nuestras carreras a su encuentro para darle los buenos días.
De la plumilla que mojábamos en el tintero de porcelana blanca metido en los agujeros del pupitre y que uno de los alumnos mayores llenaba cada mañana. De la fecha, la consigna y la muestra escrita con letra primorosa en la pizarra que nosotros copiábamos con sumo cuidado en la libreta de caligrafía de dos rayas. De la alegría cuando con lápiz rojo el maestro nos ponía ‘Muy bien’ y lo mostrábamos a los compañeros con satisfacción.
En estos días los profesionales de la enseñanza están preparando la vuelta al cole. El papeleo y la burocracia han ido ganando terreno a la docencia. Reuniones de grupos de un mismo nivel, departamentos, coordinación de ciclo, comisión pedagógica, equipo de orientación con los tutores, claustros, consejos escolares…y la elaboración de programaciones y proyectos, del plan del centro, memoria, estadísticas…Los tiempos cambian. Y por si fuera poco este curso ha venido a parir la abuela con la dichosa pandemia. Tendrán que seguir los protocolos establecidos y anotar y comunicar cualquier incidencia que se produzca, además de estar pendientes de que los niños guarden distancias y observen las restantes medidas higiénicas. “Y el tiempo que te quede libre, si te es posible dedícalo a mí”. No habrá más remedio, quizás, pero es difícil ponerle puertas al campo o encerrar al viento en una jaula.
Desde aquí mi ánimo para todos con la frase que un maestro viejo nos dijo a quienes acabábamos de empezar: “A pesar de todo, los padres siguen confiando en nosotros porque nos entregan para su educación lo que más quieren, a sus hijos”.