Un señor, que tal nombre no merece,
supone que el dinero que ha ganado
de manera abundante, es bien cierto,
atributo le da para el acoso.
Se dirige hacia mí con prepotencia,
reprochando conductas en cuestiones
de las que soy ajeno y no me importan,
como una obligación que yo tuviera,
y él, haciendo de buen samaritano,
(el que no lo conozca que lo compre)
me exige lo que no me corresponde.
Bien pudiera emplear esos caudales
en darse un buen repaso de garlopa
a ver si le aparece la vergüenza.