Verdades y mentiras

Que la mentira tiene las patas muy cortas y que se coge antes a un mentiroso que a un cojo son refranes que reflejan la poca consistencia de los embustes, que bien por las contradicciones con otras trolas para sostener la primera o por las evidencias de los hechos llevan al embustero a un callejón sin salida. Y aun así hay quienes se empecinan en negar lo palmario.

La verdad no es lo que era. Le han añadido un prefijo que la desnuda de objetividad y la acomoda a intereses subjetivos de conveniencia.

La moral católica tradicional, para salvaguardar la maldad intrínseca de la mentira, construyó el concepto de restricción mental, que oculta información sin mentir. Ocasiones en que ni se debe revelar la verdad ni es posible callar. Conflictivo dilema.  El conocido caso de quien pide dinero y recibe una respuesta negativa: No tengo, quedando en la mente del que niega el añadido ‘para ti’, que no se dice, pero que el otro debiera entender.  O el de la visita inoportuna que pregunta si está el señor de la casa y le contestan que no está…para recibirle a él. Construcciones teóricas con difícil ensamblaje en la verdad, pero ya se sabe que la dialéctica camufla la realidad.

También existen las mentiras piadosas, que se dicen para no causar un daño que se produciría si se dijera la verdad a secas. ¡Qué bien lo encuentro a usted! Todos lo hemos dicho alguna vez para darle ánimos a quien está ya tocando el timbre de la gloria.

Platón sostenía la validez de la ‘mentira noble’ en política, en aras del bien común. Abrió el portillo para que los avispados mezclen churras con merinas y algunos rompan las lindes que separan los intereses públicos de los suyos particulares o los de sus partidos. La historia está plagada de mentiras que salen a la luz cuando se da publicidad a los archivos secretos.

Kant defendió que había que decir siempre la verdad, sin mentir en ninguna circunstancia. Se pasó, porque ¿quién no miente, por ejemplo, cuando se trata de salvar la vida de alguien?

Si se ha mentido, el pueblo, tan magnánimo e indulgente, puede que hasta perdone al embustero si pide perdón, reconoce su falta y muestra arrepentimiento. Es más humano. Pero el ‘sostenedla y no enmendarla’ está en los genes de la soberbia y el cinismo.  Dicen que cuando alguien miente aumenta la temperatura de la cara, sobre todo de la zona cercana a la nariz. Adquiere una leve tonalidad rojiza. Será para caras normales porque las de cemento armado ni se inmutan. Utilizan subterfugios para justificar sus mentiras y de paso hacernos pasar por tontos. ‘Lo han sacado de contexto’ o ‘lo han interpretado mal’. Esa es mi verdad, dicen otros. Les respondo con los célebres versos de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.

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