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Sople el viento del este o de poniente
siempre queda al amparo que guarece
quien vela a Dios y a Lucifer ofrece
buscando para él lo conveniente.
Mas, si luego la apuesta desvanece
invierte adulaciones de repente:
palo al caído, coba al emergente,
sin rubor o reparo que lo empece.
Pero con tantos cambios de partida,
en la opinión ajena dilapida
lo que gana en provecho recurrente,
pues al final de todo nadie olvida
que la fama da lustre a quien merece
y la traición deshonra a quien la ejerce.