Vejez.

 

 

 

Al ritmo de los días y las noches

avanza la vejez por las callejas

oculta tras oscuras candilejas

recogiendo en su alforja los derroches.

Encaja cada parte de los broches

y  convierte  los hilos en madejas,

recorta en  su largura las guedejas

y transforma prestantes en fantoches.

Sin ruido, deposita sigilosa

en las nobles cabezas de la gente

señales de la vida presurosa

que ahondan las arrugas de la frente

y permutan la pasión impetuosa

por  un escepticismo indiferente.

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