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Deja pasar de largo al vanidoso,
enhiesto y pleno de oropel ornado.
Espera en tu puerta descansado
mientras él luce plumaje fastuoso.
El tiempo en su trabajo silencioso
lo tornará en su proceder domado,
en su altiva prestancia jorobado
y en su antiguo relumbre, penumbroso.
Llegará anochecido de regreso,
perdida en el suelo la mirada
entre las ruinas de su antiguo su imperio.
Sólo el ciprés, en su uniforme preso,
mantiene la cabeza levantada
en la absoluta paz del cementerio.