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En el torrente de sus labios
naufragaron mis besos muchas noches.
Quedaban a las puertas de la gloria,
jadeante el aliento
al leve roce de las rojas amapolas prominentes.
Desbocada pasión para entregarse
a la inconsciencia placentera de quererse.
La flor ardiente del deseo
quedó entreabierta, presta al acople,
para fundir en una dos vertientes.