Señores dueños de todoterrenos imponentes y coches de alta gama: No sé si han reflexionado alguna vez o se han dado cuenta de que los potentes no son ustedes, sino los coches que conducen. Es posible que se produzca una ficticia transposición de cualidades desde los motores a sus mentes y que desde la altura en la que van tronados se crean los reyes del asfalto y los caminos. Pero no se engañen.
Cuando algunos de ustedes para mostrar al respetable sus habilidades motrices mueven el volante con un dedo, piensen que no son su fuerza ni su destreza las que obran el prodigio del giro, sino las prestaciones mecánicas de su dotado vehículo. Métanselo en sus pajareras molleras.
Al verlos por el espejo retrovisor avanzando raudos y tragándose el asfalto con sus fauces agresivas siento miedo de que al volante venga un energúmeno vanidoso que quiera comerse el mundo con cuchara prestada. Y lo que más me jode es el rabo porrudo que llevan algunos de sus mastodónticos vehículos en el trasero y que me han bollado ya en dos ocasiones en los aparcamientos la débil chapa de mi medio de locomoción.
Así que cuando se bajen de sus fenomenales carrocerías pónganse a la altura del resto de los mortales, aterricen, y háganse mirar por un psicólogo para que les convenza de que la potencia de sus coches no es transferible a ustedes y que no sirve para compensar sus carencias. Dicho sea lo precedente con el máximo respeto para los conductores de este tipo de vehículos que los utilizan sólo como medio de transporte y no como inyección de autoestima-epo.