Nadie es completamente torpe o absolutamente inteligente, salvo los dioses que, si existen, por definición deben ser perfectos. Vulnerables los demás, aunque sólo sea por un tendón.
Luces y sombras configuran las capacidades, desigualmente, claro está.
Lumbreras en los números, brillantes en las letras, hábiles en los oficios, dotados para el arte, pero esos mismos pueden ser ineptos para otros saberes y labores.
Hubo destacados bachilleres que fracasaron en estudios superiores y mediocres en grados iniciales que descollaron después. A veces el genio duerme hasta que alguien le dice levántate y anda.
Existen quienes sin cursar carreras triunfaron en la vida con ingenio, astucia, técnica o destreza.
Por eso nadie es redondo completo ni obtuso al cien por cien.