Suicidios

 

En todas las épocas y en todos los lugares ha habido suicidios. Los medios para realizarlo han sido variados: veneno, horca, ahogamiento, disparo…La memoria conserva por su impacto en el ánimo huellas imperecederas.  Estremecen y despiertan la curiosidad morbosa por conocer los motivos y los detalles.

Conservo imágenes grabadas con aprensión en mi memoria. Unas botas y un bastón sobre el brocal de un pozo. El amigo con el que días antes tomaba copas.  Un disparo y gritos de auxilio rompiendo la tranquilidad de un anochecido de diciembre. Detalles reales o inventados por el impacto emocional circularon por el pueblo de esquina en esquina, de mentidero en mentidero. A los que aún éramos niños nos traspasó un rayo de angustia y las pesadillas afloraron con los sueños como amenazas fantasmales.

Tema incómodo y delicado sobre el que se anda descalzo sobre cristales afilados. Pero es necesario hacerlo para intentar cortar esta sangría que va en aumento. Dicen que un suicidio impacta emocionalmente en seis personas. Creo que son muchas más. En 2020 perecieron por este motivo 2.930 hombres y 1.011 mujeres. Además, siete niños y siete niñas.

Trescientos noventa y nueve años antes del nacimiento de Cristo el filósofo griego Sócrates fue condenado a muerte por no renunciar a sus ideas y pervertir a los jóvenes con ellas. Le propusieron renuncia o suicidio. Eligió esta última opción.

Muchos años después, en el 65 después de Cristo, en la antigua Roma, el filósofo de origen cordobés, Lucio Anneo Séneca, fue acusado de participar en una conjura contra Nerón. También se le enseñó el camino de salida.  Se suicidó cortándose las venas en un baño de agua caliente. 

Hubo en tiempos del Romanticismo una cierta atracción por el suicidio. ‘Las penas del joven Werther’, obra de Wolfgang Goethe contribuyó por imitación a ello. En algunos países prohibieron su distribución. En España la muerte de Mariano José de Larra de un tiro fue un referente. 

Tomás Martín Tamayo, gran estudioso y conocedor de la obra de Felipe Trigo, narra en un excelente artículo publicado con motivo de los ciento cincuenta años del nacimiento del escritor, cómo fue su suicidio, aportando detalles escalofriantes. En una carta, el autor de ‘El médico rural’, se despide de su familia y justifica los motivos por los que lo hace.

De las variadas causas que llevan a algunas personas a tomar esta irreparable decisión me aterran las provocadas por acoso y las de las personas hundidas anímicamente.  Si son niños o adolescentes son una puñalada a todas las conciencias. Siempre, un portazo airado que llena de remordimientos a los más cercanos. ¿Qué hicimos mal? ¿Qué deberíamos haber hecho?

Hay que intentar eliminar los motivos. Buscar ayuda. Existe un número de teléfono, el 024, disponible para ello.  Ponerse en el lugar de quienes no encuentran otras soluciones, no siendo la muerte ninguna de ellas.  Mientras sigan sucediendo, el engranaje social chirriará alarmantemente.

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