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La luna, copo de ovalado nácar,
pende del pecho cóncavo del cielo
en el azul violeta de la tarde.
Los leños en la chimenea arden,
componiendo figuras con su fuego.
Del inconexo fondo del pasado
surgen inesperados los recuerdos.
Hacia el sopor del sueño me dirijo,
vencidos de cansancio los desvelos.
Me voy hundiendo un poco con la tarde
en la viscosa luz de lo indeciso
y llego sin saberlo
al solitario mundo de los muertos.