Aquí me tenéis, con once años, sotana, beca y birrete. Enero de 1963 en Palomillas, una finca a la izquierda de la carretera de Portugal, camino de Caya, donde nos llevaban los prefectos del Seminario de paseo.
Los jueves teníamos libres las tardes y era cuando nos sacaban, unas veces a Palomillas y otras a circunvalar la carretera de Madrid. Los paseos los hacíamos en formación de ternas, muy ordenados con el prefecto al frente y con la indumentaria que veis en la fotografía.
Por aquel entonces el edificio del seminario sólo tenía edificaciones vecinas por su parte izquierda, era una fila de chalets con el viejo Vivero entre ellos. Llegaban hasta la carretera de Portugal. Del campo de fútbol del Vivero recibíamos en el patio de recreo los jubilosos gritos de los goles en las tardes de los domingos. Creo recordar que el nombre de un entrenador de aquel tiempo era Lozano y recuerdo también la explosión de cohetes y el vocerío una tarde con motivo de un ascenso de categoría del equipo.
Los sábados eran días lectivos de punta a cabo. Sólo los domingos disfrutábamos del día completo, salvo una hora o dos de estudio. El tiempo libre restante lo empleábamos en jugar al fútbol y pasear por el campo de tierra. Por la tarde veíamos en la tele alguna serie de sobremesa, como el Virginiano, Bronco, el Llanero Solitario o similar. Eso sí, por la noche el partido de fútbol por la primera y única cadena.
Al centro de la ciudad salíamos en contadas festividades a la catedral al oficio religioso correspondiente. El día del Corpus o la ordenación de diáconos o sacerdotes eran de esos días. ¡Qué bien cantaba la Schola Cantorum bajo la dirección del malogrado D. Carmelo Solís! Nosotros en los trayectos de ida y vuelta a la catedral mirábamos a los viandantes con los que nos cruzábamos y ellos nos miraban a nosotros entre sorprendidos y comprensivos.
Para salir del Seminario solo, y por algún motivo especial, vestido en esta ocasión de calle, necesitábamos pedir permiso al rector, que por aquel entonces era D. Doroteo Fernández, leonés corpulento e imponente. Yo fui a visitarlo con ocasión de la operación de apendicitis de mi hermana que se realizó en la Cruz Roja, donde era capellán D. Manuel Mantrana. Llegué al cuarto del rector, a la sazón también administrador apostólico de la diócesis, vestido como en la foto. Sus habitaciones estaban en la parte superior de la entrada principal del edificio, la de las escaleras de mármol blanco, donde Antonio Franco, el portero, tenía su cuarto y donde estaba el teléfono al que acudíamos cuando nos ponían una conferencia desde casa. Iba previamente informado por el prefecto del protocolo que debía seguir y del tratamiento que debía emplear (aquello de vuecencia, vuestra excelencia). Me atendió amablemente, haciéndome preguntas sobre mi pueblo y su párroco. Recuerdo que cuando salí de allí bajé los escalones de dos en dos, al contrario que al subir que lo hice poniendo los dos pies en cada escalón.
2 respuestas a «Sotana, beca y birrete.»
Estás guapisimo. Dios mio! lo que te pareces a tu hijo. Debió ser duro para tí, tan pequeño, era un régimen cuasi-militar. Bessss.
tu cuñada
Fue duro. Invierno en Badajoz sin calefacción, disciplina desde las seis de la mañana, silencios, rezos…demasiado para once años. No se olvida fácilmente. Besos igualmente, cuñada.
Estás guapisimo. Dios mio! lo que te pareces a tu hijo. Debió ser duro para tí, tan pequeño, era un régimen cuasi-militar. Bessss.
tu cuñada
Fue duro. Invierno en Badajoz sin calefacción, disciplina desde las seis de la mañana, silencios, rezos…demasiado para once años. No se olvida fácilmente. Besos igualmente, cuñada.