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El viento en remolinos
ha juntado a la vuelta de la esquina
restos de papeles y hojas secas.
Refresca y amenaza lluvia.
Es hora de cerrar todas las puertas.
La noche llega oculta tras las sombras.
Ni el albergue ni la leña suplen las ausencias.
El aullido de un perro abandonado
lima triste y lastimoso,
los barrotes de las rejas.
Se extingue la candela lentamente,
en púrpuras llamas vacilantes.
El viento afila su pecho sonoro
en los salientes
y se aleja.
Después suena
el libar rumoroso de la lluvia en los panales de la tierra.
El agua de canales
chapotea tumultuosa.
El barco de la soledad se echa a la mar oscura de la noche.