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La soledad, si es triste,
oscurece la sombra de su vuelo
con negros presagios
y agudos graznidos.
Un tictac penetrante
de buril de acero
horada la sala vacía.
De madrugada el ángel
marca las puertas de los elegidos
con la espada de sangre y de fuego.
Punzan las sienes latidos
y la pupila dilata los miedos.
Al llegar la mañana hay por las calles
jirones de niebla,
estelas frías del dios vengativo.
Muy bueno. Te ha salido bordado.
Muchas gracias, Isidoro. Aprecio tu comentario porque eres una persona versada en el arte poético.