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A la caza afanosa del encumbre,
compostura y ardor en bandolera,
se lanzan a llenar ego y cartera
prometiendo entrega y mansedumbre.
Declaran pleitesía y servidumbre
al líder, que es su guía y su lumbrera
y mantienen la fe de quien espera
colocarse al abrigo de la lumbre.
En premio al ardor de sus lealtades
y entusiasmo agitando las banderas
les prometen prebenda y dignidades,
pero clavan navajas muy traperas
si el lote no colmó sus vanidades
y mudan las estimas pasajeras.