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La ilusión de los padres siempre ha sido
que los hijos disfruten una vida
mejor que la que ellos han tenido.
No importaban fatigas y desvelos
con el fin de obtener una salida
que impulsara su sueño y sus anhelos.
Fue así siempre hasta que llegó esta hora
de pillos, sinvergüenzas y ladrones,
ciegos de avaricia que devora
lo logrado por tres generaciones.