Segadores, con sombreros de paja y pañuelos abiertos en la nuca, segaban las mieses con la hoz a pleno sol canicular.
En el abarco de una mano, las gavillas con las que formaban haces que subían a los carros de varas con horquillas. Le llamaban saca a estas faenas.
Por caminos de baches y resecas huellas invernales llegaban a las eras y extendían los haces en parvas. Los deshacían dando vueltas con las bestias. Después el trillo en rutinarios giros separaba el grano de la espiga. Para quebrar la cadencia del sopor entonaban cantes de trilla entre arreos a la caballería. A lo lejos reverberaba la calima.
Bieldos y palas al aire gallego, la marea de media tarde, para apartar el grano de la paja. La cebada, la avena y el trigo, con cuartilla, a los costales y de allí al doblado y los graneros a golpe de espaldas riñones y rodillas. La paja, tupida en carros con varas y redes, a las puertas de las casas para entrarla en los pajares con mantas y sábanas uncidas.