Yo, que escuchaba al Pali en el bar “El Túnel” citando amores en la puerta correo e invitando a comer bacalao en “Las Lumbreras”, tengo un recuerdo de Sevilla indeleblemente unido al azahar y a la luz.
El Túnel era un bar pequeño y cutre muy frecuentado por soldados con guerrera y tabardo en tardes y fines de semana de paseo.
Nos cogía de paso en nuestra ruta liberadora desde la avenida de la Borbolla hasta el centro, por el parque de María Luisa, el hotel Alfonso XIII y el Cristina.
Ramón, viejo jugador bético y sevillista, pero de corazón sólo verdiblanco, de Triana, antiguo chófer de Belmonte, era mi amigo, por serlo de mi padre y trabajar con un señor de Ahillones, y mi guía por los vericuetos esenciales y profundos de la Sevilla que él tan bien conocía.
Me enseñó las figuras que forman los rollitos de la plaza Nueva, bebimos vino en la “Bodeguita Sancho”, “donde yo te conocí”, en la “Romero”, cuando estaba detrás de Sierpes y en el bar “Mestre”, entre otros lugares.
Una tarde lluviosa de feria de Abril del año 74, fuimos a comer a Calvillo, en Sierpes, cerca de Los Corales. Bajamos directamente a la cocina del restaurante. Allí nos honró la generosidad de sus amistades.
Nos despedimos en las cercanías de la Maestranza, donde aquella tarde toreaban Curro y Paco Camino.
Olía a romero y a azahar y en los árboles de María Luisa piaban bulliciosos los pajarillos.