Se encienden suavemente las esquinas
cuando la luz resbala cada la tarde
por la lejana espalda de los montes
buscando del océano las orillas.
Regresan los labriegos por caminos,
de la brega, el sudor y la fatiga,
a mujeriega de cansadas mulas
en busca del calor y del cobijo.
Llama el bronce ruidoso a la oración,
al rezo del temor que da la noche.
Al alba volverán a la besana,
a la rutina, al surco y la labor
hasta que el sol se duerma una mañana
entre la espuma blanca de las olas
y queden secas las espigas solas
en desolados campos de dolor.
Fotografía de Manuel Rodríguez Espino
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