¿Por dónde irán mis rezos infantiles?
No habrán llegado aún a su destino
con tan grandes distancias siderales
medidos en millones de años luz.
Emprendieron camino
por el cielo azul,
surcando las estrellas,
hacia el trono de Dios.
Iban vestidos de inocencia,
puro candor de niño,
desde las imponentes catedrales
o desde la penumbra
acogedora de la iglesia.
Los más delicados
salieron de la intimidad de mi almohada:
eran súplicas nacidas del temor
por si la muerte me cortaba el paso una mañana.
Temor al fuego incombustible
con llanto y rechinar de dientes.
Otros, también hubo sinceros,
arrepentidos, de pecados que no fueron.
Nunca llegarán dónde cantan los coros celestiales
de bellos serafines,
¡Qué imaginación tan desbordante
la de escribanos y predicadores!
Vagan eternamente,