Reyes Magos

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Esta mañana los niños han madrugado aunque no  tienen  que ir a la escuela. Han encontrado en algún lugar de la casa los regalos que Melchor, Gaspar y Baltasar con sus pajes les han dejado durante la madrugada. Por esas calles andarán  disfrutando  de ellos con la ilusión propia de estrenar lo que  deseaban.
En la edad en que la razón  no hilvana lógicas, la fantasía  construye caminos de estrellas por donde llegan de Oriente los Reyes  Magos con  camellos cargados de presentes.
No sabíamos aún escribir  las cartas y nos las redactaban nuestros padres. Después, con los primeros trazos desgarbados e irregulares acompañados de dibujos, las escribíamos  nosotros. Este año me he portado muy bien y quiero que me traigáis… Una retahíla que los padres acortaban porque los camellos no podían con tanto.  El carbón era para los niños malos y en vísperas  de esta fiesta, para evitarlo en la caja vacía de zapatos,  nos portábamos mejor. Nos dejaban lo que podían. Ya se encargaban de explicarnos que los Reyes eran sabios y conocían nuestras andanzas y el estado de las existencias en los mercados orientales, que  no daba a veces para mucho.  Un balón, una muñeca o  un diábolo, un cartón enmarcado con el juego de la de oca y el parchís.  El bombo de bolas numeradas  y los cartones de la lotería que después devino en bingo. Nos reuníamos alrededor de esos juegos en las  noches de  invierno.
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Y siempre  un puñado de caramelos esparcidos por el suelo. Algunos compañeros era lo único que recibían  cuando  aún había niños que encontraban en los días que derriban las puertas, sus abarcas vacías, sus abarcas desiertas, como magistralmente escribió Miguel Hernández.
Un año se le murió la madre a un amigo y no le echaron nada porque decían que tenía luto. Qué injusticia, pensé, cuando más lo necesita lo dejan sin nada. Y empezó a resquebrajarse la ilusión de los reyes cuando la reja de la razón empezó a deslindar realidad y ficción en la besana infantil. Comenzaban a romperse los hilvanes en la burbuja inocente de la magia y la  fantasía. O se rompía de golpe cuando  a bocajarro un amigo mayor nos soltaba que los reyes eran los padres.  Parpadeábamos incrédulos con la boca medio abierta por la sorpresa. El edificio  sin cimientos  se venía abajo y  empezamos a deducir y a enlazar indicios que confirmaban el desengaño.  ¿Cómo podían repartir en una noche juguetes  en todos los pueblos para todos? Eran los pajes los encargados de hacerlo,  nos respondían.
¿Por qué unos niños recibían regalos mejores que otros? Porque se habían portado mejor.   Pero no encajaban las piezas.
Nos mandaban  a las  casas de los abuelos y los tíos porque allí también había dejado algo. ¿Por  qué no los habrán dejado todos en el mismo sitio?
Ya mayores nos queda comprobar  la ilusión de los que aún se  ilusionan con la magia de esta noche que ha pasado y que esta mañana se desparrama por las calles de nuestros pueblos. En esa zona  que todos conservamos de niño queremos creer que hay unos reyes invisibles que, por la estela del camino de Santiago, nos  traen un poco de ilusión y esperanza para seguir viviendo.

3 respuestas a «Reyes Magos»

  1. ¡Qué bien lo describes|Siempre tengo en la memoria mis Reyes,en Ahillones,santo lugar,era de lo más hermoso.Me buscaron en Barcelona y me duró la Magia,así,con mayúsculas,tantos años que cuando mi hermano Manolo,cansado ya de mi inocencia,me dijo que eran los padres lo taché de mentiroso…Ahora la ilusión de mis nietos es reflejo de la mia.Un saludo

  2. Que años de ilusiones e inocencia,, esperando con impaciencia que amaneciera para correr de casa, a la de los abuelos y tíos,, hoy volvemos asoñar gracias a los más pequeños,, (los nietos) que son nuestra memoria, y nos sentimos niños otra vez,, y dejar atrás duras realidades de los mayores…. La ilusión bonita frase.

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