Reformar a los reformadores.

pulpo

(Carta en el periódico HOY 21-7-2013)

Los partidos políticos extienden sus tentáculos por todos los niveles administrativos, institucionales  y de servicios del Estado.

Cada vez que hay un cambio de poder se producen en muchos puestos de trabajo el cese de los que pierden y su sustitución por los afiliados y adictos de los vencedores.

Hay, además, como en los movimientos sísmicos, réplicas y contrarréplicas que afectan a los niveles inferiores de los organismos, derivadas del cambio en las cabezas de los organigramas. De un día para otro te encuentras a quien ayer era un soldado raso con cartera de cuero y galones de mando.

¿Los méritos de los recién llegados? Los mismos que tuvieron los que salen. Por encima de otros cualesquiera, su  afiliación o afección al partido de turno. En esta especie  de interregno se producen el desconcierto  y la ralentización en el ritmo de trabajo debidos a la falta de experiencia de los que llegan y al lógico proceso adaptativo. 

La profesionalización de la Administración debería acabar con esta práctica  cada vez que hay un  vuelco electoral.  Estos puestos sometidos a mudanzas cíclicas deben ser ocupados teniendo en cuenta los principios de igualdad, mérito  y capacidad. Esto supondría  debilitar una de las características no deseadas de estas  formaciones políticas, que es el clientelismo y eso quizás sea pedir demasiado.

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