Recuerdos de un interno.

Cuando los graznidos de los grajos rayan el final de la tarde y sus cuerpos negros asaetan la torre, D. Manuel pasea y repasa las cuentas del rosario dentro de la balaustrada encadenada de la iglesia. Suenan los últimos toques de las campanas anunciando el comienzo de la misa y por las bocacalles  estrechas afluyen a la plaza los fieles presurosos y  rezagados.

Tardes frías de  cristales helados que arañan ceñidos  las paredes del Pasquín y encorchan los rostros  de los paseantes, formando siluetas encorvadas que se tapan con las manos las rendijas que dejan los abrigos.

Tardes de domingo, de Pelicanas en su casa de la plaza de Cervantes, con palmeras y barquitos y una mesita camilla coronada con dos gatos negros que mueven sus rabos complacidos por las caricias de sus dueñas.

Las chicas de las Angelinas se cruzan con nosotros una y otra vez  mientras alguna mirada  esquiva  o algún guiño cómplice nos alegra la tarde desabrida.

Manoli y Regina en la tienda de la Granja san Benito de la calle Santiago ponen límites de galletas a los sabores cuadrados de turrón y chocolate.

Rosario en la  misma calle, más abajo y enfrente, con su puesto de chucherías se resguarda detrás de una puerta grande y vetusta  cuando el frío aprieta.

Unos papelillos semiclandestinos de un Domingo de Piñata quedan, pisoteados y olvidados, sobre el suelo mojado de la calle de Las Armas. Mientras, los dulceros han anotado en la pizarra el último gol del Atlético de Bilbao y los huesos de santo reposan en el escaparate.

Siluetas ambulantes recortadas por el tibio sol de la tarde se proyectan largas y en continuo movimiento este-oeste sobre las losetas de la plaza.

Miradas bovinas atraviesan lánguidas los cristales oscuros del reservado dela Casineta.

Leonardo vocifera al viento una queja lastimosa y airada con gestos desgarbados.

El bar Vitaminas y los partidos televisados de los domingos ante un café caliente, reconfortan la tarde tras la ventana acristalada.

Al anochecer, en un rincón de la calle Carolina Coronado, en las Medias, suenan las notas almibaradas del Hey Jude de los Beatles, guateques que dejan su poso de recuerdos placenteros para el resto de la semana.

Unos vinos al  regreso que nos sirve Manolo en el Gato Negro completan una tarde fría de paseos de ida y vuelta por las calles del centro.

Las sombras han borrado las siluetas del suelo  de la plaza, pero quedan paseantes que aguantan impasibles el primer asomo del recencio.

En riadas melancólicas y tristes los internos desembocamos en la calle Concepción.

8 respuestas a «Recuerdos de un interno.»

    1. Muchas gracias, Tere. Son recuerdos de cuando Llerena tenía dos colegios de internos, la Academia y las Angelinas. Fuimos muchos los que anduvimos por aquí en aquellos años. Eran característicos los paseos de los domingos.

  1. Juan Francisco, preciosa descripción de nuestra querida Llerena y sus costum.bres. Yo salí de Llerena junto a mi familia en el 68 y no voy cuando quisiera. Gracias, me has hecho recordar vivencias.Un saludo

  2. Lo has clavado,.pero te falta los castigos sin salir los domingos por hablar en el dormitorio, o en el comedor sin que dieran permiso por ejemplo.También quiero hacer mención a D. Francisco Mena Cantero, buen profesor de Literatura.

    1. Es cierto, Sebastián, que quedan muchas cosas de las que escribir sobre el tema. Yo sólo he dado unas pinceladas para que a los que compartimos aquellas experiencias nos broten los recuerdos que cada uno de nosotros guarda.

  3. En esta página aparece con su comentario AMPARO FRANCO MILLÁN.
    Publico este comentario por si alguien, o ella misma, quisiera ponerse en contacto conmigo para facilitarme nº de teléfono, dirección, correo electronico etc,..de la misma. Es prima hermana mía y tengo mucho interés en comunicarme con ella.

    Muchas gracias.

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