En el Colegio de Educación Infantil y Primaria Nª Sª de Guaditoca había tres cursos de sexto. Estaban ubicados en un edificio independiente, al fondo del patio y con la vista preciosa de la Sierra del Agua enfrente. Tenía dos plantas y era más antiguo que el edificio que estaba a la derecha, según se entraba al centro, donde daban clases los de segunda etapa y los más pequeños de Primaria. Era de ladrillo visto, con porche. El patio de recreo tenía dos alturas, la de arriba, como una meseta, era el lugar donde los niños jugaban al fútbol. A mano izquierda, según se accedía al centro, estaba el edificio de los parvulitos o preescolar, donde impartía docencia Gracita Rivero. En ese edificio estaba la secretaría y la dirección. Creo que sólo la visité una vez, pues los claustros los celebrábamos en la clase de Paco y más informalmente nos poníamos de acuerdo en ciertos temas pasando una nota a la firma o charlando en el recreo.
D. José Fernández, Pepe para los amigos, era y es una persona inteligente. Además de noble, paciente y excelente compañero. Nunca se enfadaba con nadie. Con fina ironía y mandando sin que se notara, fue mi director durante estos tres años que pasé en Guadalcanal. Le guardo sincero aprecio. Una tarde llegó D. Antonio Martín, el cura, al colegio para concertar el día y la hora de un acto al que iban a asistir los alumnos. Nuestro director y el párroco se pusieron de acuerdo sobre el tema. Estaba Pepe en clase de manualidades con su encuadernadora de cuerdas que tan diestramente utilizaba. Entré yo al cambio clases y en esas llegó un niño y le dijo que de parte de don Fulanito, otro compañero, la hora del acto parroquial sería otra, por no recuerdo ahora qué motivo. Se quedó mirándolo y le dijo: “¡Vaya, hombre, anda, ve y dile a don Antonio que ha llegado una contraorden y que se cambia la hora!”
Un año, al final de curso, celebramos un partido de fútbol femenino entre las alumnas de Cazalla y las de nuestro colegio. A las niñas las entrenaba Alfonso, pero el día del partido no pudo estar y delegó en mí. Aquí pongo la alineación que me dio para el referido partido.
El entrenador del equipo de Cazallla era José Ramón Triviño, compañero mío de estudios y de jugador en el C.D. Santa Marta. Como no había sido designado nadie de árbitro acordaron que fuese yo. Lo hice de la manera más neutral posible, pero no pude evitar que cuando nuestro equipo marcó el 1-0 con el que ganamos diera un salto de alegría celebrándolo. No quedó desapercibido el detalle para el banquillo rival y el colega Triviño después del partido me dijo que sólo me había faltado celebrarlo con las jugadoras, jejeje.