En esta casa de los dos balcones fue donde viví un año. Teníamos de vecino al bar del Chato, donde tomaba de vez en cuando algunas copas con unos peces que tenía por temporada.
Algunas tardes, Baldomero (maestro que procedía de Azuaga) y yo, con un grupo de alumnos, íbamos después de las clases de la tarde a jugar al fútbol al coso. El 23 de febrero de 1981 después del partido me acerqué a comprar al supermercado Escote y le oí preguntar al hijo de la dueña, que estaba en la caja, qué era un golpe de estado. Yo, ajeno a todo lo que estaba pasando, pensé que sería una pregunta de algún tema del colegio. Al llegar a la casa donde vivía, que estaba enfrente del supermercado y que ese año habíamos arrendado Antonio, un maestro de Córdoba, y yo, puse la radio y sintonicé RNE que emitía música militar. Entonces empecé a comprender el motivo de la pregunta del niño.
Bajé al bar Nuevo, de Antonio Osorio. Los clientes que había estaban en silencio viendo la televisión. Pregunté que qué pasaba. Noté cierto miedo y nadie se explayó en explicaciones, así que me uní al grupo de espectadores y pude ir hilvanando los hechos. Intenté llamar a casa por teléfono, pero no había línea.
Cambiando de tema, hay tres sucesos que me sobrecogieron durante mi estancia en Guadalcanal. Cuatro muertes. Una se produjo en la puerta misma de la escuela. Un hombre que arreglaba la rueda de un camión murió por el impacto que le produjo al salir ésta despedida.
Otra tragedia fue la muerte de una pareja de novios, encontrados sin vida una mañana en el campo dentro de un coche. No sé cómo sucedieron los hechos o si los supe alguna vez los he olvidado. Todo lo que se comentaba entonces eran suposiciones y conjeturas. Ignoro también si hubo voluntariedad en los dos fallecidos o si la chica fue asesinada y el novio posteriormente se suicidó…
Una muerte más cercana y más dolorosa para mí fue la de Josefa María Núñez, alumna de sexto curso, de trato afable y algo tímida. Muchas personas de Guadalcanal se desplazaron a Sevilla para donar sangre durante su enfermedad, pero nada se pudo hacer. Recuerdo hasta el lugar en que se sentaba en clase. Lo sentí como la pérdida de un familiar.
Hoy ha tocado tristeza. En otra ocasión será alegría.