Hasta donde la memoria personal alcanza, con lagunas que el tiempo ocasiona y que la subjetividad distorsiona, recordamos y contamos lo que conocimos.
Para saber aquello de lo que no fuimos testigos hay otros medios.
Hubo una serie de televisión, El túnel del tiempo, en la que los personajes, atravesando un gran corredor cilíndrico, llegaban a épocas remotas. Los protagonistas sentían la angustia de saber lo que iba a suceder, la erupción de un volcán, por ejemplo, sin poder modificar los hechos.
Como no tenemos esa posibilidad, para adentrarnos en el pasado recurrimos a fuentes, como los libros, documentos, museos, restos arqueológicos…Son las raíces que profundizan en el suelo de la historia buscando el agua de la información.
En muchos de nuestros pueblos se organizan por estas fechas actos y celebraciones que recuerdan y recrean otros tiempos. Mercados medievales en las plazas, rutas para saborear tapas de antiguas recetas, festivales flamencos ‘a la sombra del mudéjar’, como sucede en Llerena o conciertos de música en la alcazaba de Reina aprovechando la luna llena de agosto a donde se sube en una procesión de antorchas desde el pueblo, o la conmemoración del 430 aniversario de la venta de Valverde de Llerena a la marquesa de Villanueva del Río… No hay localidad que se precie que no quiera conocer el origen y fundamento de su existencia.
En este mes de agosto ha tenido lugar en Ahillones la segunda jornada de recreación histórica de la villa. Ya el año anterior se conmemoró la concesión del título de villa por Felipe IV, previo paso por caja, claro. Se tiene la intención de que estas jornadas se celebren cada dos años. En esta ocasión nos hemos trasladado hasta el año 1791, en el que el oidor don Juan José Alfranca y Castellote, comisionado real para la zona de Llerena a través de la Audiencia de Extremadura, realizó una visita por los distintos pueblos de una zona que “demanda la más sabia atención” con el fin de redactar un informe pormenorizado que sirviera para organizarla administrativamente y desterrar supersticiones y costumbres que lastraban el desarrollo de esta comarca “sin población, sin agricultura, sin caminos, industrias ni comercios”, donde la picaresca y el contrabando campaban a sus anchas con la complicidad de las instituciones que debían velar por erradicarlos. El pueblo ha respondido a la llamada de los organizadores con gran entusiasmo y ha llenado la plaza de puestos que evocaban aquel tiempo: sastrerías, zapaterías, carpinterías, panaderías, colmados, barberías, queserías, mesones…prestando para la ocasión todo tipo de mobiliario y enseres.
Se ha confeccionado el vestuario adecuado con el que se han caracterizado todos los intervinientes.
El párroco, Eugenio Campanario, ha escrito para la conmemoración la obra teatral La visita del oidor que fue representada por actores aficionados de la localidad durante dos noches consecutivas en la plaza de san Juan con gran afluencia de público. Para celebraciones sucesivas está previsto rememorar la sequía de 1702 y la peste de 1859, entre otros episodios históricos.
Alguien lanzó la idea de instaurar el “día del madero”, en recuerdo de aquellos antepasados de la villa que se propusieron y consiguieron entrar el madero atravesado en la iglesia, lo que habla de la tozudez y constancia de sus antiguos moradores.