Al principio fue la quiniela de fútbol, antes que toda la caterva de juegos que nos invadió después, la que ilusionaba cada semana a millones de españoles con hacerse rico sin esfuerzo, sobre todo después de que en 1968 el agricultor de Valladolid, Gabino Moral, ganara el mayor premio hasta la fecha. Más de treinta millones de pesetas, con sólo dos columnas y la ayuda de un dado.
Con los primeros frescos del final del verano y principios del otoño, las cábalas y los pronósticos eran habituales en peñas y tertulias. Un anuncio de entonces asociaba la marcha de las golondrinas con la caída del cielo de aquellos boletos con publicidad de dentífricos e impermeables, invitándonos al juego y a la fantasía.
A los que todavía conservábamos esa ilusión cada semana, nos han defraudado. Si se confirman las sospechas, los resultados no dependen ya del buen juego o el azar, sino también del tongo.
O el ONLAE admite la variable, quedando entonces en cuatro los signos: 1-X 2 y T o un servidor se da de baja.