Puntualidad

Sucedió en un tiempo parecido al que refleja Miguel Delibes en su obra ‘Los santos inocentes”. Un pastor llegó de la majada al pueblo, convocado por el dueño de la finca, para tratar algunos asuntos. Se acercó en tres ocasiones a la casa del amo y la respuesta de la criada era cada vez que todavía estaba acostado. Cansado de tantas largas, y viendo que desperdiciaba la mañana, a la cuarta le dijo a la empleada: Pregúntale si le toca levantarse hoy o lo va a dejar para mañana.  Es por organizarme y no perder todo el día en idas y venidas.

Las personas que ostentan altos cargos y ocupan pico en las pirámides de las jerarquías tienen el privilegio que les otorga el protocolo de llegar los últimos a los actos oficiales.   Merced que también gozan por galantería las novias el día de su boda. Después están quienes, sin ser personas principales ni novias casamenteras, llegan siempre tarde a todos los actos a los que van. Ignoro si por afán de notoriedad o por una tendencia adictiva que no controlan.

Cuando las misas seguían el rito tridentino, en latín y de espaldas a la feligresía, una señora, de porte esbelto y espacioso caminar, llegaba a la celebración cuando el cura había leído ya la epístola y el evangelio y andaba por el ofertorio.  Las parroquianas más perspicaces deducían que lo hacía para lucirse. 

En la vida se dan situaciones, no obstante, en las que hay que aguardar, sin que se vislumbren soluciones inmediatas para remediarlo.

La espera de la amada, las citas médicas y algún viaje en tren por tierras extremeñas. Tres ejemplos para comprobar lo que escribió don Antonio Machado: ” El que espera, desespera/dice la voz popular. / ¡Qué verdad tan verdadera!”

Están también los imprevistos, que por excepcionales no hacen norma. Para evitarlos, en lo posible, es conveniente disponer de un margen y no ir con el tiempo pegado a los talones.

Personalmente, y perdonen que me cite, me pone de los nervios cuando tengo que llevar a algún familiar a coger un medio de transporte y salimos con los minutos ajustados. Prefiero esperar en el sitio de partida que ir con las pulsaciones y la tensión a punto de desborde.

He leído por ahí que la puntualidad es cortesía de reyes, deber de caballeros, hábito de gente de valor y costumbre de personas bien educadas.

 En el engranaje social la tardanza de un miembro provoca pérdida de tiempo a los demás y es una falta de consideración y de respeto, exigibles tanto a los que convocan como a los convocados.

Llegar antes de la hora no es ser impuntual, como sí lo es hacerlo pasada la hora convenida. En primer lugar, porque no se perjudica a los otros y, además, lo dijo Shakespeare, que era inglés: “Es mejor tres horas demasiado pronto que un minuto demasiado tarde”.

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