Carta en el periódico HOY 22/04/2012.
Cuando dos tratantes chocaban sus manos lo pactado iba a misa. Valía la palabra dada como letra escrita ante notario. Iba en ello su honra y la estima de los demás. Lo de “pobre, pero honrado” eran los galones morales de quienes anteponían su palabra y su recto proceder a las inclinaciones fraudulentas con que pudieran tentarle las veleidades de la fortuna . Se podía ir por la calle con la cabeza alta por mantener la palabra dada aún a costa de perjuicios económicos. Era el capital moral de la gente de bien. Así lo entendían todos y así se ganaba el respeto y el aprecio de los convecinos. Ahora la palabra es rocío que se evapora al sol que más calienta. Los valores acendrados y enraizados durante siglos en la sociedad van quedando al albur de intereses advenidos y coyunturales.
Las promesas son promesas aunque sean electorales y deben mantenerse contra viento y marea sobre todo si a cambio de la palabra dada se ha obtenido una contraprestación y si se tiene la menor duda de que no van a poder cumplirse no deben hacerse.
Lo prometido ya no es deuda y si allí se dijo digo, en cualquier momento se puede decir Diego sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza.