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¡Qué postín, qué señorío,
galanura lleva el porte,
grandeza el aire,
embelesada tarde
para, admira, y calla!
¡Pasen los señores
por la acera de los nobles!
¡Qué cabezas tan enhiestas
sobre unos pies que levitan
y miran condescendientes
al resto de los mortales!
Yo, nosotros,
¡qué importantes!
Y al volver la esquina de las mentiras,
¡maldita cáscara vana!
Efímeras vanidades
del fuego de las cerillas.