Como aquel turista que se quedó sin los agasajos que le brindaron al que hacía los dos millones y que se hizo popular por una canción en los años sesenta, las dos bolas que salieron antes y después del gordo en el sorteo de la lotería de Navidad han perdido la oportunidad de hacerse con el primer premio. La cantinela de los niños del colegio de san Idelfonso sólo les recibió con el monótono son de la pedrea, lejos del eufórico y repetido del premio mayor.
En su salida por el angosto esfínter, quién sabe si por un educado pase usted primero o por precipitarse con empujones, se jugaron su suerte. La mayoría, abúlica y conformista, permaneció en el voluminoso vientre del anonimato, volteados con cosquillas ruidosas en la noria de alambres.
El enlace de un número plebeyo con la bola de más rancio abolengo se celebró con las mejores galas de flashes, radios, televisiones y primeras páginas de periódicos. A partir de ahora el 13.437 entra a formar parte de la nobleza crematística y adquiere por matrimonio blasón y fuste
Ya lo decía el tango: “Por una cabeza de un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar…” o don Antonio Machado: “Todo es cuestión de medida, un poco más, algo menos”. En un segundo o por un metro les cambia a algunos la vida.