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Toma la tercera espuela
invitando a las quimeras
en la macilenta luz
de una lóbrega taberna.
Mientras sostiene la copa,
un remoto tango llega
mecido en aires de aromas
de la feraz primavera.
Evoca el canto el desgarro
en clave de fracaso amargo.
La puerta abierta a la noche
enseña un manto de estrellas.
El acordeón desgrana
notas de melancolía
que reviven añoranzas.
Va la estela de su cuerpo,
el cuerpo siempre soñado,
componiendo melodías
con los luceros del cielo.
Vana ilusión de regreso,
cuando ya nada es lo mismo.
¡Otra copa, tabernero¡