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No hay alfarero que mejor moldee la arcilla
que quien tiene los dedos de aire y sol
y un torno conectado al ciclo de la luz.
De la bíblica cita con final en el punto de partida
falta la esencia del polvo- que ni es de camino
ni el que, burlona, tu sonrisa imagina.
Vino de estrellas, de algún errante cometa
que rozó con su cola las olas de océanos.
De ahí vino la vida.
El tiempo moldea y un viento lejano
le roba la obra al tenaz artesano.
Y el polvo, a su origen,
a vagar para siempre en el cosmos.
¿Quién sabe si hacia otro planeta?