PISA con tiento

 

Los maestros de mi generación empezamos nuestra labor docente con la implantación progresiva de la Ley General de Educación de 1970, la del ministro Villar Palasí. La famosa E.G.B.

Aprendimos y aplicamos las matemáticas modernas, aquellas de conjuntos, diagramas de Venn, uniones, intersecciones, aplicaciones… que estaban muy bien para desarrollar las capacidades de raciocinio, pero poco útiles de momento para comprar en la tienda y echar cuentas.

Conocimos la implantación del sistema de fichas. Se utilizaban los denominados ‘Consultores’ y había una puesta en común bajo la dirección del maestro.

Después de aquella importante ley vinieron otras. La LOECE (1980) de Otero Novas. La LODE (1985) de José María Maravall. La LOGSE (1990) de Javier Solana. la LOPEG (1995) de Gustavo Suarez Pertierra. La LOCE (2002) de Pilar del Castillo.  La LOE (2006) de María José Segundo.  La LOMCE (2013) de José Ignacio Wert y la LOMLOE (2020) de Isabel Celá. Y lo que rondaré morena.  Momentos hubo que dudábamos cuál era la que regía nuestra actividad, pues se solapaban en el tiempo.  Puede que a este paso se necesite un sistema de letras y números, parecido al de la matriculación de los coches para designar las sucesivas.

No terminaban de implantar las normas y asimilar nosotros la terminología de una ley cuando llegaba otra pisándole los talones. Esta situación desconcertaba a padres, alumnos y profesores.  Programar se estaba convirtiendo en una labor más absorbente que enseñar.  Objetivos, con variada gama y nivel, conceptos, procedimientos, actitudes, criterios de evaluación y calificación, descriptores operativos, situaciones de aprendizaje, estrategias, estándares, competencias básicas y específicas…

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero vienen los informes PISA, que no son capas galantes para que la morena ponga sus lindos pies, y nos dan un pescozón por desaplicados, por mucho que en el último haya influido el periodo de encierro con el COVID.

Lo que no cambia con ninguna ley es aprender a leer y escribir en toda la extensión de sus significados. La llave maestra que abre la puerta al conocimiento.

Leer, no solo con dicción adecuada, sino comprendiendo cada expresión y cada giro a través de comentarios de textos adaptados a los niveles correspondientes. Decir lo mismo de diferentes maneras, sustituir por sinónimos, buscar antónimos, resumir…En fin, trillar los textos para sacar el grano.

Creo que los ejercicios del tipo verdadero o falso, ordenar con números diversas propuestas, subrayar la más importante, etc. son más fáciles de corregir, pero aportan poco a la expresividad de la lengua.

Cuatro pilares imprescindibles: comprender y expresarse oralmente y por escrito.

Potenciar la expresión oral, la cenicienta de nuestra lengua. Escuchar y exponer.  Es admirable la fluidez y riqueza de vocabulario de algunos niños de países sudamericanos, donde dejamos la herencia de nuestro idioma.

Los primeros cursos de Educación Primaria deben servir para construir los cimientos sólidos de futuros aprendizajes. No hay que inventarse tantos términos y sí profundizar en la práctica de los fundamentales. 

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