Pastores

torrucamontero1

La Junta de Extremadura tiene la intención de crear una escuela de pastores en Castuera.

La profesión más bucólica y cantada de todas las que se realizan en el campo. Los relatos bíblicos les otorgaron la primacía en la visita al niño recién nacido, imagen inmortalizada durante siglos en las representaciones del portal de Belén con los pastores bajo las estrellas pasando la noche alrededor de la lumbre. Antes del nacimiento de Jesús fueron glosados  en las églogas,  composiciones líricas donde los pastores cuentan sus amores y cuitas, siendo el poeta romano Virgilio, siglo I a. de C,  ejemplo señero con sus Bucólicas. Incluso antes el griego Teócrito, siglo III a. de C,  compuso pequeños poemas con temática pastoril, sin olvidar a los poetas españoles del Renacimiento y el Siglo de Oro, como Garcilaso, Boscán o Lope de Vega, entre otros. Nadie como los pastores para presentir los cambios de tiempo, conocer palmo a palmo el terreno, saber de cobijos en los temporales, de solanas en invierno y de umbrías y frescura en los veranos, de constelaciones, amaneceres y anochecidos en el medio natural.

chozo

Hasta que llegaron las motos de 49cc el medio de transporte para ir y venir de las majadas eran las bestias, generalmente burros. Hacían  el trayecto que duraba varias horas en algunos casos  cada tres días, permaneciendo un compañero en el tajo hasta que regresaba el otro del pueblo, se supone que descansado y con viandas.

Decía antes que ha sido la profesión campestre más loada, pero tan idealizada que se olvidan los aspectos más penosos y específicos de su labor, que requieren preparación y destreza. “Con los soles todos son pastores”, pero los inviernos son duros y la soledad concome el ánimo.

El saber popular ha recogido en refranes y dichos los avatares de este quehacer tan dependiente de la meteorología. “Gansos para arriba, pastores de barriga, gansos para abajo, pastores al trabajo”. La temporada de las  “parieras” requiere atención, pericia y oficio.

En tiempos no muy lejanos, los hijos, que abandonaban pronto la escuela para ayudar a las depauperadas economías familiares, aprendían el oficio junto a sus padres y no faltaba mano de obra en los apriscos, pero los tiempos cambian y con toda lógica y justicia los jóvenes buscan otros horizontes más prósperos.

Los chozos eran sus viviendas en el campo. Los más rústicos construidos   con varas y cubierta vegetal como la retama. Otros eran de mampostería o piedra, llamados por aquí bujardas o turrucas.

Su interior disponía de una tabla circular alrededor del perímetro, que servía de cama y de sostén a la estructura. Allí guardaban sus escasas pertenencias. En el centro un poco de lumbre para calentar la comida y dar calor al habitáculo y colgado el candil.  Fuera un trípode con unas llares  donde al fuego  elaboraban la comida.

Las alambradas han reducido el número de pastores, los medios de locomoción mecánicos las estancias nocturnas en los chozos y las reivindicaciones sindicales las jornadas interminables de pastoreo, pero aún faltan profesionales en una de las actividades más antiguas del planeta, más loada sobre el papel, pero menos conocida en su trajín diario y por supuesto, mal remunerada.

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.