Franco veía masones por todos lados. Cualquier leve oposición a su régimen era obra de esta asociación secreta. También de los contubernios, como el de Múnich. O de las conjuras internacionales. Enemigos por doquier. Enfermiza paranoia.
Será que el poder es desconfiado por naturaleza. Se habla de la soledad en que se encuentran los presidentes, rodeados de aduladores y palmeros y del alejamiento de la realidad que ocasionan los gruesos muros de los palacios. Se pierde la capacidad de autocrítica.
Leo en uno de los múltiples panfletos demagógicos que circulan por la red que los que protestan en las calles están manipulados, azuzados y orquestados por socialistas y comunistas. Con lo cual están manifestando dos cosas: lo borrega que es la gente y el poder de convocatoria que tienen estos partidos. O sea, que aquí cualquiera que se rebele contra la situación a la que nos están despeñando es una marioneta en manos de estos partidos, que lo único que quieren es derribar al gobierno. Algunos incluso van más allá. Dicen que estos manifestantes van contra España. Que son antipatriotas. Pues no. España no es patrimonio exclusivo de un partido político. También es de los que protestan cuando comprueban que su calidad de vida, su trabajo y su familia se están quedando sin futuro. España es también de aquellos para los que su patria es su trabajo, su familia y su dignidad. Y también, su bandera, su ejército, su selección, sus atletas… También, pero no sólo esto.