Miedo me da la deriva que está tomando Su Santidad con las declaraciones que está haciendo últimamente. Los cancerberos rocosos de la moralidad ajena tienen las tripas revueltas y las hachas levantadas. Hay temas que los abanderados de la ortodoxia doctrinal consideran inamovibles. Dogmas teológicos, inveteradas costumbres y asentadas prácticas no deben cuestionarse. No hay que dejar nada al albur del raciocinio. Ojo con tocar la finalidad procreadora del acto sexual, las finanzas vaticanas, la homosexualidad…
Tenga cuidado con las sigilosas sombras curiales que se mueven entre los muros y columnas de palacio y con los que son más papistas que Su Santidad, repartidos profusamente por doquier. Los que viven dentro de la burbuja aséptica, aislados de la ruindad diaria defenderán sus posiciones y sus privilegios a capa pluvial y espada argumental, creyéndose guardianes y depositarios de las esencias tridentinas.